Mucho peor que el olvido

01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

Ortiga
El abandono es una palabra que siempre se dice con reparo. Significa mucho más que olvidar, dar de lado, pasar de largo. Supone partir hacia otro lugar, con otra persona, iniciar una vida totalmente diferente. Y casi siempre tiene connotaciones peyorativas. Claramente, los pueblos abandonados son los más perjudicados por esta situación, ya que la ausencia de vida les condena a un olvido que, difícilmente, podrán ellos abandonar.
En la provincia, aunque no se llega a los niveles alcanzados en Galicia o Asturias, hay casi un centenar de pueblos en los que no vive nadie. Técnicamente no se trata de pueblos en sí, sino de entidades poblacionales quizás formadas por una sola vivienda, como un caserío. No obstante, no deja de ser triste que donde alguna vez hubo una familia, risas de niños y proyectos de futuro, ahora sean las telarañas las que pueblan la zona. Y para colmo, el descuido de lo que antes fueron hogares acaba convirtiendo esas zonas en verdaderos pueblos fantasma, donde ni siquiera las almas errantes querrán entrar. Quizá se trate de un panorama demasiado desalentador, pero es que el abandono siempre insta a pensar en lo peor.