Expectación y recogimiento en la Procesión del Silencio

19/04/2014 - 08:22 Javier Pastrana Margüenda

Durante la tarde del Viernes Santo, Guadalajara volvió a vestirse de luto y respeto. Hasta cuatro cofradías volvieron a salir juntas a las calles para celebrar la Procesión del Silencio y el Santo Entierro. A las 20.00 acudía la Cofradía e la Pasión del Señor puntual a la concatedral de Santa María para ocupar su puesto de honor en la marcha, encabezada en todo momento por la imagen de su Cristo de la Expiración. Tras él, las banda de tambores; los nazarenos, varios de ellos portando sus propias cruces; y los pasos de la Piedad y de Nuestro Padre Jesús de la Pasión, con sus más de 40 banceros ofreciendo un espectáculo memorable. Y cerrando la comitiva, la sección más joven del Grupo de Tambores. Porque si algo quedó claro en la procesión, fue que a las cofradías no les va a faltar relevo generacional. Los niños, con un saber estar difícil de creer para quien no lo vea con sus propios ojos, ya forman parte de esta tradición. El segundo puesto de la marcha lo ocupó la Cofradía de Nuestra Señora de los Dolores, que procesionó con las imágenes del Calvario en la Quinta Palabra y la Virgen de los Dolores, pasos rodados que cobraron su peaje a los cofrades en cuestas como la de La Carrera, donde quedó patente el esfuerzo que también exigen este tipo de imágenes. Tampoco faltó a la cita la Cofradía del Cristo Yacente, que abría su marcha con la Cruz Desnuda de Jerusalén y la del Cristo Yacente, portada por 24 banceros y escoltada en todo momento una banda de tambores y dulzainas y por el mismo teniente coronel de la Comandancia de la Guardia Civil de Guadalajara.
La presencia de niños en las cofradías asegura el futuro de esta tradición
El cuarto puesto de la marcha lo ocupó la Hermandad de Nuestra Señora de la Soledad, que esperó pacientemente el momento de su salida en la Cuesta de San Miguel, frente a la concatedral, donde el paso de la Virgen de la Soledad ofrece una imagen difícil de olvidar. En este caso, era el Cristo del Consuelo a quien los hermanos transportaban en primer lugar. Tras él, un nazareno descalzo arrastrando sus propias cadenas, la imagen titular de la Hermandad y el paso de la Virgen de la Soledad, seguido por las autoridades. Con su llegada a la iglesia de San Nicolás, pondría fin al recorrido oficial de la procesión. Un año más, el casco histórico de Guadalajara quedó atrapado por el fervor religioso. Cuando la última de las cofradías realizada su salida desde la Concatedral de Santa María, la cabeza ya enfilaba la calle Mayor. Entre ambas, miles de fieles se agolpaban a un lado y otro de las calles esperando ver el paso de las imágenes acompañadas por sus respectivos cofrades y hermanos. Una vez más, La Carrera volvió a llenarse de devotos, tanto a pie de calle como en el Parque de la Concordia. Tampoco se quedaron atrás Santo Domingo ni la calle Mayor. El mismo delegado de la Junta de Comunidades, José Luis Condado, destacó que esta procesión del Silencio y del Santo Entierro “es un acontecimiento digno de presenciar y vivir en primera persona, porque pone de manifiesto el fervor religioso y la tradición de nuestra Semana Santa, que cada año atrae a mucha más gente”. Junto a Condado también estuvieron presentes en la procesión el alcalde de la capital, Antonio Román, la presidenta de la Diputación, Ana Guarinos, así como el Subdelegado del Gobierno, Juan Pablo Sánchez Sánchez-Seco, entre otros. “Es importante que las instituciones mostremos nuestro apoyo a esta celebración”, destacón Condado antes de recordar que esta cita cuenta con “la catalogación de Interés Turístico Regional” por parte de la Junta de Comunidades.