El Tenorio atrajo a multitudes en sus dos representaciones
Gentes de Guadalajara, asociación que organiza el Tenorio Mendocino desde hace 24 años, volvió a convertir a convertir a la ciudad en el escenario de la magia de la obra de Zorrilla. Hay que reseñar de este año el éxito no sólo de sus participantes (alrededor de 150 personas entre parte técnica, logística y artística), sino también el éxito de público. La atracción que provoca este clásico en Guadalajara, unida a las suaves temperaturas impropias del otoño, han dado como resultado que las plazas y edificios en los que transcurre la trama estuvieran especialmente concurridos.
Este año los espacios escogidos para su desarrollo han vuelto a evocar el siglo XVI desde una perspectiva romántica, llena de emociones, de ímpetus y de debates internos. En esta ocasión, la plaza de Santa María, tras las obras del año pasado, volvió a recuperar su hegemonía como escenario de la primera situación. Y lo hizo por todo lo alto, puesto que la reforma ha embellecido el entorno, haciéndolo perfecto para albergar la Hostería del Laurel en la que Don Juan comienza su peregrinaje por el amor y la muerte (hacia las 21.00 horas).
La escena II tuvo lugar ambas noches en el Palacio de la Cotilla, un marco inigualable para la escena de la casa de Doña Ana, con las damas tras unas bellas rejas que parecen inquebrantables pero que no lo son.
La escena III, que se representó sobre las 22.00 horas en el Convento de la Piedad, situó a la joven Doña Inés en su celda. Rompió la inocencia de este escenario Don Juan, colándose por el claustro en busca de la novicia.
La escena IV desplazó al público hasta el Patio de los Leones, donde se encarnó la Quinta de Don Juan Tenorio. Este espacio permite cada año disponer de un auténtico escenario de belleza y majestuosidad impresionantes.
La escena V, que transcurrió poco antes de la medianoche, trasladó la trama hasta la iglesia del Convento de la Piedad, como panteón de la familia Tenorio. Sus grandes árboles, sus formas arquitectónicas, la noche y la luz de la luna creciente pusieron el resto para crear un ambiente de miedo en los espectadores.
Con las campanadas del fin del día comenzó la escena de la cena en el aposento de Don Juan, en este caso, el zaguán del Palacio del Infantado.
Por último, la iglesia del Convento de la Piedad fue el lugar escogido para la escena del cementerio.
En la edición impresa de Nueva Alcarria de mañana ofreceremos el balance de la directora de la obra, Abigail Tomey, así como un amplio reportaje fotográfico.