Suárez

28/03/2014 - 23:00 Javier del Castillo

Ha tenido que morirse Adolfo Suárez para que nos diéramos cuenta de la importancia y transcendencia de la obra de este abulense. Ha habido que esperar demasiados años para que reconociéramos que sin su arrojo y valentía no hubiera sido posible la recuperación de la democracia en España, después de cuarenta años de dictadura. A los más jóvenes hay que repetirles las veces que haga falta quién ha sido este hombre, formado en el régimen anterior, pero dispuesto a mirar siempre adelante. Quién fue este dirigente político que aguantó traiciones de unos y de otros, mientras improvisaba la construcción de un nuevo edificio constitucional en el que cupiéramos todos. A los que cuestionan ahora esta etapa crucial de nuestra historia, conviene recordarles que las cárceles de entonces estaban llenas de presos políticos y que España seguía siendo uno de los pocos países europeos sin ley de divorcio y con los derechos de expresión y manifestación derogados. De Adolfo Suárez nos ha quedado la imagen imborrable del 23-F, saltando de su escaño para defender el honor de uno de los pocos que no le habían dado la espalda: el teniente general Gutiérrez Mellado.
Pero también nos tiene que quedar el ejemplo del político capaz de jugarse la vida por una causa noble. Todavía recuerdo las largas horas que pasé frente a su chalet de La Florida, a las afueras de Madrid, intentando conseguir unas declaraciones, al día siguiente de anunciar su retirada de la política. No hubo manera, aunque le agradecí el gesto que tuvo de bajar la ventanilla del coche para pedir disculpas por su silencio, con esa sonrisa que siempre llevaba puesta. Unos años después me lo volví a encontrar, pero sin la sonrisa puesta, en la Clínica de Navarra, donde su mujer Amparo estaba siendo sometida a sesiones de quimioterapia. Años después de su muerte, todavía le decía a Fernando Ónega que la estaba cuidando. En lugar de manipular a los jóvenes con discursos que alimentan el enfrentamiento, tendríamos que explicarles más a menudo que en este país hubo una vez un político valiente y audaz que traicionó hasta sus ideas y sus orígenes para asumir la difícil tarea de traernos la libertad y la democracia. Descanse en paz, después de tantas ingratitudes y menosprecios.