La Justicia

04/04/2014 - 23:00 Pedro Villaverde Embid

El primer día de clase en la Facultad de Derecho nos enseñaron dos conceptos claves para comprender el alcance y significado de lo que es la Justicia. Aquel profesor quiso con su explicación quitar a unos ilusos jóvenes de la cabeza la idea que la Justicia siempre sería justa. Para ello, nos dijo, debería existir una ley para cada supuesto concreto y sin embargo las normas se dictan pensando en la generalidad y después un juez interpreta y decide en función de lo examinado. La segunda lección que recibimos es que son miles y miles las resoluciones que cada día emiten los juzgados y tan solo unas pocas resultan disparatadas a la razón humana. Esas son las que trascienden en los medios de comunicación y dan una imagen equivocada de la Justicia, que calificara de “cachondeo” el político andaluz Pacheco por un fallo judicial que no le gustó. Incluso estas sentencias extrañas muchas veces terminan quedando anuladas, pues todas son apelables en varias instancias y por tanto revisadas. En definitiva, que con sus imperfecciones, el sistema funciona y administra algo que es lo más parecido posible a lo que entendemos y queremos por Justicia. Ciertamente así lo pensamos, pero ello no nos lleva a obviar y lamentar lagunas.
La primera, la lentitud, que alarga en el tiempo situaciones que claman al cielo. Un ejemplo, el caso del asesinato del empresario de Mondéjar que estos días se juzga. Han pasado casi cinco años, llevando al extremo el sufrimiento de sus familiares. A cualquiera, en su lugar y en otros muchos casos, nos pediría el cuerpo tomarnos la justicia por nuestra propia mano. Es necesario agilizar, dotar de más medios, reorganizar.Es un servicio público de primera necesidad. La segunda injusticia de la Justicia, valga la redundancia, son los elevados costes para acceder a ella. En lugar de un derecho fundamental y universal parece un privilegio y más aún después de la aprobación de las nuevas tasas. La tercera, la imposibilidad de ejecutar algunas condenas por las denominadas insolvencias. La peor de sus circunstancias sin embargo, nos parece, es la falta de una real separación de poderes. Los miembros de los más altos tribunales no pueden ser designados por los partidos políticos. Montesquieu lo dijo hace años. Poder legislativo, ejecutivo y judicial. Esto chirria.