Ideologías

05/04/2014 - 23:00 Atilano Rodríguez

Vivimos en un mundo en el que muchas personas están perdiendo la sensibilidad por la búsqueda de la verdad. En nuestros días, bastantes hermanos tienen miedo a enfrentarse con la verdad, porque no sienten la necesidad de tener criterios propios. Prefieren pensar y actuar como los demás, aunque esta aceptación conformista les lleve a tener que soportar una verdadera dictadura del pensamiento único. Para muchos hermanos, el respeto a la vida humana, la dignidad de la persona, las relaciones sociales, la concepción de la familia y del matrimonio ya no se fundamentan en la verdad, el derecho natural, en la declaración universal de los derechos humanos ni en la aceptación de un Dios Creador, de quien todo procede y a quien todos tendremos que dar cuenta de nuestros actos algún día. Hoy existen reflexiones filosóficas y propuestas ideológicas, que invitan a pensar y actuar desde la exaltación de la libertad humana, sin referencia alguna a Dios ni a la verdad.
Como consecuencia de esta concepción de la libertad, el hombre es visto como un dios, dispuesto a imponer a los demás sus criterios desde la arbitrariedad. Cuando el ser humano olvida a Dios y pretende ocupar el lugar que sólo a Él le pertenece, puede llegar a considerarse con el derecho a decidir lo que es bueno y malo, justo o injusto. Es más, puede tener la tentación de plantear a los demás en qué casos se puede permitir la vida y cuando se ha de eliminar. Quienes tengan la valentía de oponerse a sus planteamientos y criterios, apoyándose para ello en la verdad, pueden ser insultados, menospreciados, marginados y eliminados de la esfera pública. Ante la contemplación de esta realidad, el Papa Benedicto XVI afirmaba con profunda convicción que la crisis de Occidente era la consecuencia de la resignación del hombre ante la verdad, es decir, de la incapacidad del ser humano para llegar a descubrir la verdad, al considerarla demasiado grande para él.
Pero, si no existe la verdad o si no tenemos la valentía de buscarla, en el fondo podemos perder la capacidad para distinguir entre el bien y el mal. Ciertamente los extraordinarios descubrimientos científicos y los progresos técnicos de los últimos tiempos, bien utilizados, pueden abrir perspectivas muy importantes para el bien de la persona, para su desarrollo humano y para la consecución de la salvación. Pero, si falta la verdad, estos progresos, impensables hace algunos años, pueden ser una terrible amenaza para el hombre y pueden incluso llevar a la destrucción del mundo. Ahora bien, a la hora de buscar la verdad, hemos de tener en cuenta que ésta se demuestra a sí misma en el amor. No se puede imponer por la fuerza ni es nunca propiedad o producto nuestro, del mismo modo que el amor no se puede producir, sino que sólo se puede recibir y transmitir como don.
En Cristo, Dios nos ha regalado su amor y nos ha invitado a conocerlo para descubrir el camino de la vida. Por eso, la obediencia a Dios antes que a los hombres ha de ser siempre el fundamento de la verdadera libertad. El Papa Francisco, consciente del poder de las ideologías y de que éstas pueden afectar también a la vida de Iglesia y a los comportamientos de los cristianos a partir de interpretaciones sesgadas de la Palabra de Dios, el día 19 de abril de 2013 nos invitaba a orar al Señor para que libre a la Iglesia de cualquier interpretación ideológica, porque «las ideologías falsifican el Evangelio. Cualquier interpretación ideológica, venga de una parte o de otra, es una falsificación del Evangelio. Estos ideólogos –y lo hemos visto en la historia de la Iglesia– acaban por convertirse en intelectuales sin talento, éticos sin bondad. Y de belleza, ni hablemos, ya que no entienden nada».