Cristales rotos

13/04/2014 - 23:00 Jesús Fernández

La simbología y la realidad de cristales rotos tienen unas sugerencias y evocaciones muy siniestras en la política europea del siglo XX. No anuncian nada positivo en la convivencia. Y en nuestra democracia de hoy se rompen demasiados cristales, hay muchas noches de cristales rotos entre nosotros por una parte, y de progrom por otra. El cristal es la imagen de toda fragilidad humana y es muy fácil romper cristales. En cambio, las ideas, los principios, las convicciones, las creencias aluden a fortaleza y a rocas. Esas son más difíciles de derribar. Sin embargo, hay ciudadanos que comienzan por romper cristales de noche y principios democráticos de día.
En el Imperio Romano, la conducta de la noche y la actuación de día soportaban una referencia moral. Las acciones malas se hacían amparándose en la oscuridad cómplice de la noche y la vida a plena luz del día era más honesta. ¿Qué sucede en nuestros días con los cristales rotos, la noche envolvente, la oscuridad propiciada, la impunidad conseguida de la masa, la persona en la máscara escondida, el anonimato del grupo, los daños indiscriminados, la libertad instintiva, la violencia gratuita, la agresividad desatada, la incitación a la manifestación irracional, los motivos inventados, la inmunidad forzada? Todo esto ya está guionizado en la historia y pertenece a los manuales de la sociología de la revolución. La morfología de estas conductas se repite adecuada y constantemente. Tienen unas características muy semejantes. Los disturbios en política tienen una gramática y un origen común.
Está, en primer lugar, el principio de la instigación. Unos son los cerebros que diseñan, planifican y ordenan y otros las neuronas sociales que trasmiten las órdenes a los grupos esclavos que, como tribus, ejecutan obedientemente los planes ideados. Pero todo tiene que aparecer como espontáneo y originado en la propia indignación que, saliendo del sentimiento interior, cristaliza (nunca mejor dicho) en la manifestación de los asistentes y protagonistas del fenómeno social. Estos, generalmente jóvenes, ya recibirán su recompensa a la hora de distribuir el poder. De ideales románticos nada. Los ausentes tienen que permanecer ocultos e inidentificables. Por eso se presta la personalidad y se suplanta la autoridad.
A continuación está el problema de los motivos o causas para romper cristales de noche (Kristallnacht). Cualquier motivo es bueno y justificado, sea verdadero o falso, justo o desproporcionado, propio o prestado para la ocasión, real o inventado, común o minoritario. Por lo demás, hay que evitar muertes y mártires que realimentaría la espiral de violencia nunca justificada. Todo ello termina con la farsa de la condena realizada por aquellos mismos que han propiciado la noche desgarrada. Ya llega el día de la libertad de opinión y de la democracia. Todos tienen que aparecer justos y responsables velando por la moral de la convivencia rechazando las asgresiones. Aquí no ha pasado nada hasta el próximo fin de semana.