Noventa años

15/04/2014 - 23:00 Luis Monje Ciruelo

No puedo decir con San Agustín que una larga vida sea un largo tormento ni tampoco que la felicidad de la tierra (no hablo del libro de Leguineche) esté, como alguien dijo, en un caballo (hoy, un coche), buena salud y el amor de una mujer. Yo más bien creo que la felicidad está en sentirse a gusto con lo que se hace y lo que se tiene, aunque sólo nos demos cuenta de que hemos sido felices cuando dejamos de serlo. Todo esto viene a cuento porque el próximo día 18, (Viernes Santo, como el día en que nací) cumpliré 90 años. Lo digo por si alguien quiere felicitarme, lo que siempre se agradece, aunque haya sido sugerido. Al fin y al cabo, 90 años bien merecen la licencia de hablar de uno mismo, aunque sospecho que es lo que hago en casi todos mis artículos. Y es que es muy difícil que el autor no deje su impronta en todo lo que escribe.
Desde esta “cumbre” de años, tanto física como metafísica, casi un “ochomil” en la jerga de los montañeros, quizá alguno piense que se ven de manera diferente las cosas. Como si esta edad otorgara una clarividencia que antes no se tenía. Dicen que la vida da experiencia. Pero la experiencia es fruto de la observación, de la reflexión, y hay muchos, entre los que quizá me encuentre, que aprecian su experiencia cuando ya no les sirve, como el peine que se le regala a un calvo, o como las luces de popa de un barco, que iluminan lo pasado. Ahora se da uno cuenta del tiempo tal vez perdido en ensueños, en proyectos baldíos, en discusiones necias, en protestas infundadas, en lamentaciones injustas, quizá porque entonces nos faltó decisión o coraje para cambiar de rumbo.
En definitiva, porque hemos dejado pasar sin fruto media vida. Noventa de edad suponen también en mi caso setenta y tres años en Nueva Alcarria, lo que roza el Guinness, un record que me enorgullece, pues el mérito de la vida está en manos de Dios pero mi fidelidad a Nueva Alcarria es fruto de un alcarreñismo que me ha llevado a dedicar a mi tierra más de veinte mil artículos, crónicas y reportajes y una decena de libros, aunque, a lo peor, ni aún los obligados a ello lo valoren. Llegar a esta edad con salud física y mental es una bendición de Dios, no sé si merecida, pero también fruto de una vida sana, aunque sólo sea pensando en los genes que heredarán los hijos. (Más no se puede decir en 30 líneas de ordenador). lumonci@gmail.com.