Democracia futura

18/04/2014 - 23:00 Jesús Fernández

Convengamos en que la democracia nominal ha servido de cobertura para muchos abusos, excesos y engaños en la gestión política actual. La población comienza a darse cuenta que de que el proyecto de democracia no afecta sólo a sus ideas, a sus libertades y opciones políticas sino también a sus situaciones y circunstancias económicas. Democracia no es pensar sino disponer y decidir gastos. Esta democracia ha resultado muy costosa para los ciudadanos desde el punto de vista del gasto y del despilfarro. Esta administración nos cuesta mucho dinero. Si se habla de reajustes y recortes, estos tienen que comenzar por recortar los bordes del Estado entre los que se encuentran el aparato político. Sobran políticos, sobran cargos públicos, sobran infraestructuras administrativas que van más allá de los servicios y existen por complacencias personales o colectivas. Hay que diseñar un Estado más austero comenzando por unos gobernantes más austeros. Algunos advierten del peligro de descapitalizar al Estado.
 ¿Es que teníamos un Estado capitalista? Se ha debilitado mucho nuestra capacidad de regeneración democrática. La contribución a la seguridad y al bienestar de los ciudadanos ha supuesto la pérdida de otros valores irrenunciables. Se ha avanzado mucho en la legitimación y control del inmenso poder del Estado por parte de los ciudadanos, en la agilidad e independencia de la justicia, en la libertad de opinión y de expresión, en la separación de poderes. Todo esto ha configurado un orden político nuevo dirigido a resaltar y defender la dignidad de la persona humana. Estos son los grandes fines que ennoblecen la tarea de gobernar. Pero hay muchos problemas pendientes de cara al futuro de la democracia entre los que se encuentran estos dos: el desempleo y la escasa demografía como cuestiones más urgentes. Cada día hay que dedicar más recursos para cubrir las consecuencias del desempleo tan elevado.
Muchos otros problemas nacen de éste y los ciudadanos perciben en él su origen. No se vislumbra una solución próxima. La atención a este sector de desempleados merma las capacidades del Estado para atender a otros servicios, prestaciones o necesidades en el ámbito de la educación, de la sanidad, de la incapacidad. Hay que distinguir entre lo que el Estado debe prestar y lo que puede atender. Otro de los problemas más angustiosos actualmente es el futuro de la población. Cada día son menos los ciudadanos y ciudadanas que se deciden por una familia y por unos hijos. Sin familia y sin los compromisos estables que ello entraña, no hay futuro.
Y si la democracia sólo se ocupa del presente y no de diseñar el futuro no es democracia sino placer del tiempo. Con el desinterés y desprecio por la familia no se puede hablar de solidaridad social. ¿Hablamos de nacionalismos, de identidad como pueblo o de nación? Todo eso comienza en la familia. Nació viene de nacer y si no hay nacimientos no hay nación. La democracia es un compromiso con las generaciones actuales pero también con las venideras. No se puede construir el gasto, el consumo y el bienestar de hoy con el pago aplazada cargado a la cuenta de nuestros hijos.