Hay que votar, aunque nos duela

08/05/2014 - 23:00 José Serrano Belinchón

Faltan sólo unas horas para que la campaña publicitaria de los partidos estalle por las calles de las ciudades y de la inmensa mayoría de los pueblos de España. Las megafonías y las cartelerías irrumpirán a partir de esta noche, en nuestros ambientes callejeros y mediáticos proclamando las propias glorias y la funesta actuación del equipo rival, más lo segundo que lo primero cuando no hay nada de qué gloriarse, como hemos podido comprobar en la que ha sido hasta hoy la fase de entrenamiento o precampaña. Esas movilizaciones previas a la fecha de los comicios no han contado, desde el día que los españoles nos decidimos a vivir en democracia, con la estima de la población, más bien todo lo contrario, al considerar los gastos y las molestias que producen, para la escasa influencia que suelen tener a la hora de depositar el voto.
Circunstancias éstas a las que hay que unir el rechazo al que tantos políticos se hacen acreedores con su comportamiento en la vida pública, en detrimento de los que ejercen el cargo de manera distinta, porque los hay, aunque a la larga, acaban por abandonar la cancha. La figura del político, del político honesto y responsable, es necesaria, lo ha sido siempre, y ahora lo es de manera muy especial y muy urgente ante el cariz que han venido tomando los acontecimientos. Conviene mandar a su casas, o al lugar que les corresponda, a esa cadena de políticos -en todas partes cuecen habas, aunque en algunas con mayor profusión- que desdoran la noble y casi reverente imagen que debieran tener, y no la de estafadores y aprovechados del sudor de los demás; de ahí que la visión general del hombre público, sólo merezca en nuestro país, salvo muy contadas excepciones, la nota de suspensos, es decir, de inútiles para el servicio; cosa que en el pueblo provoca la desgana, el desinterés por acercarse a las urnas, lo que en nada mejora la situación, sino que por el contrario la agrava, más y de manera extraordinaria cuando es nuestra representación en Europa -¡porque somos Europa, que nadie lo olvide!- es lo que anda en juego.
 ¿Que nuestros políticos nos defraudan con su actuación, tantas veces al margen de las ilusiones que pusimos al depositar nuestro voto en su favor?, es asunto indiscutible, la eterna cantinela; pues son tantas las esperanzas que el votante pone en ellos, que al final sólo se quedan en eso, en esperanzas, por lo que no me extraña nada el hecho de que la mitad de los que tienen derecho a voto se queden en casa o se vayan de excursión. Las malas formas de algunos líderes en campaña, que nada proponen y nada demuestran, fuera de su baja condición humana, obligan a la gente a sentirse en el peor de los desamparos, a apartarse del juego democrático negándose a participar, lo que contribuye decididamente a que las cosas sigan igual, que en política siempre significa peor, y más todavía en ocasiones como ésta.