Democracia, libertad y seguridad

09/05/2014 - 23:00 Jesús Fernández

La falta de democracia genera falta de libertad sino de seguridad. Los totalitarismos no sólo suprimen libertades sino que introducen muchas inseguridades en los ciudadanos pues no saben qué será de ellos y de sus bienes. La mayor tarea de los gobiernos democráticos consiste en asegurar a la población tanta protección jurídica como libertad real. Ambas van de la mano y deben ser como los vasos comunicantes. No se puede perder una para ganar la otra. La única seguridad viene de la Constitución y de las leyes derivadas. Sin embargo, comienza a extenderse en la sociedad la idea de que las leyes existentes y aprobadas, tanto las fundamentales como los reglamentos, ya no garantizan nada ante los ciudadanos.
La democracia es una seguridad interior que cada uno de los miembros del grupo percibe por su pertenencia al mismo. En primer lugar, está la insistencia de los grupos y formaciones políticas en que las leyes no tienen vocación de permanencia y estabilidad sino una validez relativa, provisional y caduca. Cuando ellos lleguen al poder –nos dicen- suprimirán dichas leyes. Y aseguran o prometen, ante el aplauso de sus seguidores, que una ley quita a otra ley. Inestabilidad e inseguridad. Estas actitudes y desafíos son muy peligrosos en la democracia y revelan ese espíritu totalitario que anida en algunas organizaciones de imponer sus intereses a cualquier precio. Legislar equivale –para muchos políticos- en derogar. No se forma a los jóvenes en el valor trascendente de las leyes o del ordenamiento sectorial de la convivencia democrática. Otros optan, directamente, por la rebelión, la revolución, la confrontación y la desobediencia.
Es igualmente muy peligroso dejar deslizar la idea de que el pueblo puede cambiar la ley sin más trámites, sin otro mecanismote representación que el acoso.. Si el modelo anterior consistía en pasar de la ley a la ley, estos grupos favorecen el pasar a su ley contra la ley. No podemos convertir la democracia en una rebelión encubierta que se activa ante la presencia de conflictos de intereses. Por el contrario, hay que asegurar la libertad y convertir la libertad en seguridad. Así, pues, el debate central de toda democracia es la relación entre libertad y seguridad. La seguridad es una necesidad vital del hombre y la libertad es un bien colectivo. Ambos valores son irrenunciables. Ante la sensación o percepción de una política de rasante con efectos devastadores de algunos grupos, crece en la población el deseo de mayor seguridad.
El miedo y la inseguridad no favorecen a la convivencia democrática y aquellas formaciones que alientan, extienden o explotan el mensaje y la sensación de miedo, van a verse rechazados por sus potenciales seguidores. La seguridad interior y exterior es hoy una categoría de máxima importancia en las sociedades democráticas y modernas. Los riesgos no favorecen a nadie, ni a los provocadores ni a los destinatarios. Seguridad significa certezas, confianza, fiabilidad, prevención y ausencia de riesgos así como protección frente a los peligros. Porque también existen peligros y enemigos internos para la libertad y la democracia. No busquemos lejos lo que tenemos y nos acecha muy cerca.