Peregrinamos a Barbatona

09/05/2014 - 23:00 Atilano Rodríguez

Las celebraciones litúrgicas del tiempo pascual nos permiten experimentar la alegría de la presencia del Resucitado en medio de nosotros y en medio de nuestro mundo. Meditando las palabras del ángel a los discípulos y a las piadosas mujeres, cuando buscan en el sepulcro al que ha resucitado, todos podemos descubrir que no podemos seguir buscando entre los muertos al que vive para siempre y al que sale a nuestro encuentro cada día en su Palabra y en las celebraciones sacramentales. Los cristianos tenemos que caminar por la vida con la profunda convicción de que Cristo resucitado está con nosotros, escucha nuestras súplicas, nos alimenta con su Cuerpo y nos concede su gracia divina para que no tengamos miedo ante las dificultades del camino, para que no nos encerremos en nosotros mismos ante los fracasos, para que aspiremos cada día a los bienes del cielo y para que trabajemos en todo momento con esperanza por el logro de la justicia y de la paz en las relaciones humanas. La Santísima Virgen, que experimentó el intenso dolor por la muerte ignominiosa de su Hijo, vivió también en lo más profundo de su corazón la íntima alegría del encuentro gozoso con Él, después de su resurrección de entre los muertos.
En medio de los atroces sufrimientos de Jesús, María, como Madre buena, permanece firme junto a la cruz y mantiene viva la esperanza en el cumplimiento de las promesas de Dios. A partir de esta intensa experiencia de dolor por la muerte de su Hijo y de alegría desbordante por su resurrección, María, como nos dice el Papa Francisco, «se convierte en fuente de paz, de consuelo, de esperanza y de misericordia» para los discípulos y para toda la Iglesia. De este modo, la Santísima Virgen es también hoy Madre de esperanza y de consuelo para nosotros y para cuantos invocan su poderosa intercesión. La celebración del cincuenta aniversario del inicio de las marchas al Santuario de nuestra Señora de la Salud de Barbatona tiene que ayudarnos a todos los cristianos a vivir el gozo de la resurrección del Señor, a permanecer en la alegría pascual, a mirar siempre hacia delante y a buscar el futuro con la libertad de los hijos de Dios. Sabernos acompañados por el Resucitado y protegidos por la Madre durante nuestra peregrinación por este mundo tiene que impulsarnos siempre a superar los momentos de tristeza, a permanecer en la alegría pascual, a fortalecer la esperanza para decir a los hermanos una palabra de consuelo.