La naturaleza reclama sus derechos

22/05/2014 - 23:00 José Serrano Belinchón

Que el medio natural está sometido a un orden inviolable es cosa que todos deberíamos conocer. El hombre, como parte fundamental de la Naturaleza, está sometido a ella y no ella a él, mal que nos pese; aunque desde muy antiguo -ahora con más profusión y con mayor violencia- estos ataques, en los más diversos terrenos, figuran a la orden del día. El hombre siente cierto placer por funcionar contracorriente, de ahí que tanto le apetezca apartarse, temerariamente, de las inamovibles leyes naturales, cuando no burlarse de ellas. La experiencia, a lo largo de la Historia de la Humanidad, nos dice que la lucha contra el medio natural es una batalla perdida, por mucho que nos obstinemos en no quererlo reconocer. Digo esto porque no hace mucho tuve noticia de un infirme en el que se aportan datos relacionados con un experimento llevado a cabo por la Universidad alemana de Oldemburg, y dirigido por el eminente biólogo Henrik Mouritsen, en el que pudo demostrar, frente a anteriores opiniones contrarias a la suya, cómo las señales de radio AM y las de otros equipos o aparatos electrónicos, interrumpen y en ciertos casos anulan, la brújula natural interna de ciertas aves, los petirrojos, a los que les impiden orientarse en al dirección migratoria conveniente. Todo esto, por otra parte, ha venido a corroborar la sospecha, mantenida por varios científicos, en el sentido de que existía en ciertas macrociudades afectadas por esa invasión electromagnética que lleva consigo la vida moderna, un riesgo de que se pudieran producir efectos irreversibles en los periodos migratorios de algunas aves, habida cuenta de que varias especies de cantoras nocturnas se orientan valiéndose del débil campo magnético de nuestro planeta, al que la radiación electromagnética producida por el hombre llega a confundir, cuando no a anular su sistema natural de orientación.
Con lo cuál sacamos como consecuencia que la vida en ciertas ciudades, debido a los sistemas empleados por el hombre de hoy para desenvolverse con los actuales medios, puede influir poderosamente en el cambio migratorio de las aves, o tal vez a impedirlo, lo que se podría llegar a la desaparición de lasmismas. Me consta -y es aquí adonde quiero llegar- que las abejas tienen un sistema sensorial tanto o más delicado que el de las aves migratorias, y que a menudo hacen decenas de kilómetros en busca de alimentos, asistidas por ese sistema, para nosotros todo un misterio. Por la misma razón de lo que sucede con las aves migratorias puede ocurrir con las abejas de nuestras colmenas, siendo esos aparatos de comunicación que utilizamos a diario, tantas veces sin necesidad, el motivo de su posible desaparición al atentar, directa y gravemente, contra su procedimiento ordinario de supervivencia. Y eso, para la humanidad y principalmente para muchas de las gentes de esta tierra, sí que sería un verdadero drama; una catástrofe con muy difícil solución.
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