No caminemos solos

13/07/2014 - 23:00 Atilano Martínez

Los descubrimientos científicos y los inesperados avances científicos de las últimas décadas están haciendo posible el bienestar humano y económico de millones de hombres y mujeres en todo el mundo. Entre estos progresos, podemos constatar los impresionantes descubrimientos en los ámbitos de la salud, de la educación y de la comunicación. Sin embargo, a pesar de estos progresos científicos, millones de personas están privadas de su influencia benéfica y tienen que mendigar, tanto en los países desarrollados como en los más empobrecidos, el sustento necesario para subsistir. Como consecuencia de la violencia, de las reiteradas injusticias, de los efectos de la crisis económica y de la falta de respeto a sus derechos más elementales, estos hermanos nuestros están tristes y su corazón permanece dominado por el miedo y la desesperación ante las oscuridades del futuro.
Entre estos hermanos marginados por la sociedad, el Santo Padre ha manifestado en distintas ocasiones su preocupación por la suerte de los ancianos y de los jóvenes. La implantación de una economía de la «exclusión y de la inequidad» ha llevado a la marginación de los ancianos, alejándolos del entorno familiar. El rechazo de la ética y el olvido de Dios está llevando a la búsqueda desesperada del bienestar material y a la marginación de miles de jóvenes, a los que no se les ofrece la posibilidad de trabajar para que puedan desarrollarse como personas, formar una familia estable y contribuir con sus talentos y dedicación al bien común de la sociedad.
Teniendo muy presente esta realidad, el Papa Francisco, con ocasión de la visita pastoral a las diócesis italianas de Abruzzo y del Molise, pedía a los miles de jóvenes, que acudieron a saludarle y a escuchar sus enseñanzas, que no se dejasen arrastrar por las modas del momento, que fundamentasen su vida en valores permanentes y que buscasen en todo momento la amistad sincera con Jesús y con sus semejantes para no sucumbir ante las dificultades del camino. Además de esta petición a los jóvenes, el Papa les decía con profunda convicción y cariño: «¡No se dejen robar el deseo de construir en su vida cosas sólidas y grandes! ¡No se den por contentos con metas pequeñas! Aspiren a la felicidad, tengan la valentía, el coraje de salir de sí mismos y de jugarse en plenitud su futuro junto con Jesús».
Este mensaje dirigido a los jóvenes puede ser también de gran utilidad para los adultos. Además de crecer en la necesaria solidaridad entre todos, el Señor nos invita a dejarnos acompañar por Él en nuestra peregrinación por este mundo. En la oración, además de encontrar la luz para ver el presente y el futuro, experimentamos también la fuerza necesaria para seguir dando pasos seguros en el camino de la vida. La experiencia de la amistad del Señor nos ayuda a no desalentarnos ante las dificultades y nos ofrece la fortaleza de espíritu necesaria para afrontarlas. Los problemas y dificultades podrán permanecer con el paso del tiempo, pero la luz del Señor y su cercanía a cada uno nos permitirán verlos como transitorios y superables. Tenemos que vivir con la convicción de que, con la ayuda del Señor y la solidaridad de todos, los problemas y los obstáculos del camino pueden ser superados y vencidos.