Un lector en el paseo

19/07/2014 - 23:00 Luis Monje Ciruelo

Andar por el Paseo de San Roque a primera hora de la mañana en estos iniciales días de calor veraniego es un poco como pasear por el Paraíso. Algunos lo harán sin fijarse en la belleza del parque, adormecida su capacidad de admiración por la rutina de todos los días. Pero no es justo que se pasee por allí sin apreciar la belleza del entorno, especialmente del andén central, que parece, contemplado desde su cruce con el Arrabal del Agua o desde la ermita, una alta bóveda gótica, alta porque el poderío de los árboles y la adecuada poda le han dado a ese gótico su máxima esbeltez. Algo que el paseo Fernández Iparraguirre, (¡qué nombre tan administrativo y poco eufónico!) ha perdido, por ahora, debido a su radical y reciente poda. Pero, en fin, me estoy desviando hacia la Naturaleza, representada aquí por los árboles, cuando el título de la columna prometía un desarrollo diferente. Yo quería contar aquí, procurando con mi ironía no molestar demasiado, mi sorpresa al encontrar en un banco del paseo a un jubilado leyendo un libro.
¡Digo un libro, no un periódico de deportes! Podría decir lo nunca visto, pero recuerdo que alguna vez ví a otro jubilado, no sé si hace veinte o treinta años, libro en la mano y, además, leyéndolo. No hace falta recurrir a Google porque todos sabemos que se lee poco en España. Se lee poco porque se habla mucho Y me basta con contar lo que por ahí veo todas las mañanas, que no es otra cosa que jubilados sentados o caminando hacia el banco en que lo van a hacer, para reunirse horas y horas en charlas delicuescentes, sobre todo en Santo Domingo, en espera de que llegue el momento de volver a casa. Digo que a nadie veo con un libro, y a lo mejor es que leen a otras horas, porque yo, que sí leo, tampoco me llevo un libro al parque, porque salgo a andar y nunca me siento ni en banco ni en ningún murete de jardines quizá porque he escrito esta quintilla, primera de un poema dirigido a mis colegas en edad: “Si vivir es caminar/ y caminar es vivir,/ no te pares a pensar/ si te tienes que sentar,/ sino que debes seguir”. Y que termina con éstas dos: ”No mires siempre al pasado/ por no convertirte en sal,/ si hay cosas que has olvidado/ por otras las has cambiado/ para bien o para mal”. “Eres viejo, eres anciano, pero aún tienes en tu mano/ algunas cosas que hacer,/ y nunca lo harás en vano/ porque no vas a volver”. (Ya se nota que estamos en verano, dirá alguno).