Despotismo y democracia

20/07/2014 - 23:00 Jesús Fernández

Todos los autores están de acuerdo en que la Ilustración europea del siglo XVIII ha sido el comienzo de la cultura moderna también en materia política. No parece necesario insistir en la conexión del socialismo marxista actual con los movimientos radicales revolucionarios inspirados en aquel tiempo. Hay mucho marxismo en nuestros días. Sin embargo, como en otros casos, el mito oscurece o desfigura la realidad. Muchas ideas de la Ilustración merecen ser recibidas, saludadas y aplaudidas actualmente. Es verdad que suponen una ruptura con los métodos de l’ancien regime. Pero, en el fondo, hay más continuidad que vallado entre ambas formas de entender la sociedad. Todas las culturas o modelos políticos coinciden en algo que es ostentar el poder. El ansia de dominio iguala a todas las épocas. Algunos creen en la dialéctica alternativa entre poder y no poder. La lucha política no es entre los que tienen poder y no lo tienen sino que la oposición se da entre el poder y contrapoder. La herencia recibida de la Ilustración se reduce a estas tres categorías que son libertad, revolución y constitución. Todas tienen que aparecer y conjugarse simultáneamente. La libertad es una revolución constitucional y la revolución tiene que terminar en una libertad constitucional. Así mismo, toda constitución tiene que asegurar la libertad duradera y frenar o neutralizar el acoso o las ansias revolucionarias del pueblo. No cabe duda de que el constitucionalismo moderno y democrático recibe un impulso muy fuerte en dicha época. Las constituciones de los Estados modernos están pensadas y elaboradas para coordinar estos tres elementos de la cultura política actual. Sin embargo, hablamos también de un despotismo ilustrado. En plena democracia como en plena Ilustración existen muchas formas de despotismo. El despotismo viene definido por los ilustrados del siglo XVIII como la concentración de poder en las manos de una persona, de una institución o de una clase social o económica que, en aquel momento, eran la monarquía, la nobleza, el ejército o la Iglesia. Hay despotismos directos o indirectos.
Existe, igualmente, un despotismo del pueblo constituido en masa. Absolutismo, militarismo, fundamentalismo, populismos. Esas son las formas de despotismo históricamente inventariadas que persisten o perviven actualmente aunque nos llamemos una democracia formal. Despotismo del pueblo. La democracia es el reparto del poder pero tiene que ser un poder reglado, controlado, sincero, coherente, espontáneo, racional. La manifestación irracional, violenta e incontrolada del poder de la masa no aporta ninguna seguridad a la sociedad ni redunda en beneficio del mismo pueblo. La concentración de poder en el pueblo no trae más que sufrimientos. La ley es el único elemento de concentración de orden y poder. De hecho decimos, el imperio de la ley, el peso de la ley. La revolución no es poder sino una explosión fugaz del mismo. La Constitución, por el contrario, es el poder silencioso y la ley que hace callar todas las tentaciones revolucionarias.
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