Preterido 18 de julio

27/07/2014 - 23:00 Luis Monje

Se ve que la actual generación, sin la manipulación de Zapatero, pasa de conmemoraciones y efemérides históricas, sobre todo de la Guerra Civil que derramó tanta sangre de españoles, enfrentados entre sí. A mí no se me ha olvidado la fecha, la viví personalmente aunque sólo tuviese doce años. Edad suficiente, sin embargo, para poder recordar el comienzo de dicho enfrentamiento bélico entre hermanos. No quise hacerlo la semana pasada porque demasiadas veces lo he hecho en ese día durante los 78 años transcurridos, y ya fue suficiente que le dedicara mi libro “Memorias de un niño de la Guerra”, que se agotó en un mes y tuvo una segunda edición a beneficio de la Asociación Española Contra el Cáncer que presidía mi mujer. En realidad el 18 de Julio de 1936 para mí no es más que el recuerdo del día que llegaba a mi Palazuelos familiar para pasar con mi abuelo un mes de vacaciones, como todos los veranos. Un mes que luego fueron más de tres años, periodo que me dejó marcado para siempre y que me sirvió para conocer a fondo, y desde dentro, el mundo rural. Porque, a falta de brazos jóvenes, que estaban en el frente, los niños teníamos que suplirlos, lo que a mí, niño de ciudad, me resultó impactante.
Aquel 18 de Julio no pensé en aquel momento que fuera un día histórico, porque no me enteré de que era el comienzo de una guerra hasta varios días después en que llegó un grupo de milicianos anarquistas (“Los Sin Dios”, lucían en sus gorras y coches) y mataron a mi primo sacerdote y un agente de Seguros y casi a la vez nos enteramos de que el Obispo de Sigüenza había sido asesinado y quizá quemado vivo en una cuneta de Estriégana… No estuve en el frente, como puede suponerse por mi edad, pero el frente pasó por Palazuelos, y allí estuvo el Alto Mando de las tropas nacionales del sector, y luego la División italiana que luchó en la Batalla de Brihuega. Y puedo decir que estuve sentado a la lumbre con el general Manzini, jefe de la División de Voluntarios, sin saber quién era, y con mi abuelo, a la sazón alcalde de Palazuelos. Y pude comprobar el orden y la disciplina de unos y otros, decisivos para ganar la guerra. Pero eso lo cuento con más detalle en el libro. Y lo digo porque soy uno de los pocos que todavía lo pueden relatar sin que nadie se lo cuente.