Capitalismo y corrupción

14/08/2014 - 23:00 Jesús Fernández

Estamos acostumbrados y resignados a oír que el capitalismo es corrupción. ¿Y el socialismo? Lo que ha sucedido es una transferencia o expansión antropológica, es decir, la corrupción ha pasado de ser ejercida por personas individuales, particulares, a ser elemento fundamental de los sistemas y de las instituciones. La corrupción moral privada, contenida, oculta, furtiva y perseguida se ha convertido en conducta política, extensiva, abierta, pública y permitida hasta formar parte, como decimos, de los sistemas económicos y de gobierno. “Enriqueceos” fue el grito más genuino de la Revolución Francesa. Todos aspiraban a la aristocracia del dinero. Enriquecerse parece que está en el programa de todo ciudadano que aspira no a gobernar, no a acumular poder sino a acumular riquezas suficientes que nunca lo son porque siempre se aspira a más. Se habla de las causas estructurales de la corrupción pero nadie adopta medidas, igualmente estructurales, contra la misma. Necesitamos una economía moral, una política de la honestidad y transparencia que nadie se atreve a iniciar pues todos somos cómplices esperando que, algún día, la corrupción como posibilidad o como realidad, nos pueda beneficiar y poder sacar la serpiente o al pícaro y defraudador que todos llevamos dentro. Volviendo al principio, todos esperamos una reforma moral del capitalismo que, con cierta frecuencia, llamamos, regeneración o refundación. Por eso se nos llena la boca hablando de un capitalismo moderno, renovado, social, solidario y participativo frente a perfiles o modelos más antiguos en el tratamiento de la riqueza. Creemos que el rico actual ya no es avaro sino desprendido, generoso y samaritano. Eso es una equivocación.
 Sigue siendo legítimo enriquecerse mediante el trabajo, el esfuerzo, el sacrifico, la renuncia y la producción. Crear riqueza, generar rentas y empleo se suele decir. Pero ¿es posible cambiar las reglas del capitalismo? El capitalismo, por definición, es racionalidad, es libertad y es dignidad de la persona humana. No es esencialmente corrupto como quieren hacernos creer el materialismo marxista y despechado. La nueva economía no puede prescindir de estos planteamientos. Los problemas vienen en la segunda fase del proceso productivo como es el reparto y la distribución de las rentas generadas. Ahí es donde más inmoralidad existe pues, para algunos se trata de acumular. La corrupción se ceba y se centra en los mercados y, sobre todo, en el mercado financiero. Formando parte de esa dignificación del capitalismo está la regulación, incluidos los controles en el uso y abuso. No podemos permitir que el sistema capitalista se rija sólo por las reglas de la competencia, convirtiendo la economía en un sistema de la concurrencia irracional, siendo una corrupción organizada, desembocando en una práctica habitual y tolerada, en un negocio. Y sobre todo, llegar a ser un estado de corrupción como corrupción del Estado.