Alcaldes

21/08/2014 - 23:00 javier del Castillo

Lo normal, en democracia, sería que los alcaldes de nuestros pueblos y ciudades fueran los candidatos más votados por sus ciudadanos. Y lo anormal es que el bastón de mando lo pueda pasear alguien sin ese respaldo mayoritario. Basta con que los concejales de distintos grupos minoritarios se pongan de acuerdo para consumar una de las perversiones de la ley electoral vigente: que sea alcalde o alcaldesa el candidato o candidata del partido menos votado. O, peor aún, que el alcalde ya elegido deje de serlo antes de terminar su mandato porque se le ha cruzado algún tránsfuga en su camino. La elección directa de alcaldes me parece una cuestión de salud democrática. La reforma de la ley electoral debe de plantearse como un asunto prioritario, aunque coyunturalmente perjudique al Partido Socialista y a otras formaciones políticas. Es posible que en ciudades como Madrid, Valencia o en algunas capitales gallegas la elección directa favorezca al Partido Popular en las elecciones de mayo de 2015, pero no es argumento de peso para retrasar esta iniciativa de regeneración democrática. El Partido Socialista la planteó en 1998 y la incluyó en sus programas electorales de las municipales de 2003 y de las generales de 2004. Entonces, el Partido Popular miró para otro lado…
Si los dos grandes partidos no se ponen de acuerdo para reformar todo aquello que merece ser reformado en España, incluida la democratización de ayuntamientos y comunidades autónomas, los ciudadanos comenzarán a darles la espalda. Ellos mismo se irán cavando su tumba, mientras opciones ahora minoritarias pasarán a ocupar su espacio. Podemos está dejando de ser un accidente para convertirse en una opción cada vez más consolidada e influyente. Y no sabemos lo que podría ocurrir si UPyD se uniera a Ciudadanos, como propone el profesor y eurodiputado Francisco Sosa Wagner. El adiós al bipartidismo está cada día más cerca. Esta historia de la reforma electoral, que hoy puede favorecer a unos y mañana a otros, a quien realmente le alegra la vida es a los que se alimentan de la desafección y de la corrupción generalizada. O el PP y el PSOE cambian de política o les van a cambiar a ellos de sitio los votantes. Los alcaldes, en cualquier caso, bastante tienen ya con lo suyo.