Conciencia y malestar social

30/08/2014 - 23:00 Jesús Fernández

Ya sabemos dónde y en qué estaban algunos políticos y gobernantes mientras ejercían el poder, a saber, utilizando el mismo para enriquecerse personal y familiarmente. Han engañado a todo un pueblo, al mismo que pedían renuncias, sacrificios e impuestos. Han vivido no sólo en el poder sino del poder y le han utilizado para robar y sustraer recursos y bienes comunes. Este fenómeno escandaloso no se ciñe a personas particulares. Es un hecho social y colectivo y todos estamos, de una u otra forma, implicados en él. Todos hemos vivido una gran mentira y todos nos sentimos engañados en nuestros valores, ideales, sentimientos, percepciones y representaciones de la imagen de credibilidad de nuestros gobernantes. Hay que cambiar una mentalidad servilista por una relación cooperativa y mutualista. Todos somos responsables de los engaños y fracasos morales de nuestros dirigentes sociales. El mismo pueblo que ayer aclamaba a sus adorados gobernantes hoy pisotea y destruye su imagen y memoria. Triste destino de la historia de mitos nacionales que arrastran la vergüenza de un pueblo. Silbábamos melodías y contribuíamos con la tolerancia y el silencio cómplice a que se cometiesen semejantes tropelías. ¿Dónde estaban los ciudadanos que no se rebelaban contra tantos abusos, injusticias, sobornos y prestaban sus aplausos, alabanzas y aclamaciones a estos becerros de oro de la política? ¿Dónde estaban las instituciones encargadas de que se cumpliese la legalidad, la objetividad, la justicia y la transparencia en la asignación y el uso de los recursos públicos o, de lo contrario, descubrir, perseguir y sancionar a sus trasgresores?
La indignidad de los gobernantes destruye la dignidad de un pueblo. ¿Dónde estaban los colaboradores, los ayudantes, los consejeros de esos hombres manchados? Esclavos y siervos de sus jefes, con su silencio y sometimiento ciego, con su sentido maquiavélico del poder, no se puede decir (comos se acostumbra) que nada se movía sin el conocimiento de ellos sino que todo se movía al mandato de ellos, al paso de ellos. ¿A dónde miraban los medios de comunicación más preocupados por la cuenta de resultados que por los resultados de contar la verdad? Sometidos al poder, captados por subvenciones y publicidad, prisioneros de ayudas y promociones, no se atrevían a levantar la voz contra prácticas abusivas y evidentes no sea que se molestase. Muchos ciudadanos se han identificado durante tantos años con los ideales de corrupción de sus superiores. ¿Qué tienen de hombres extraordinarios nuestros políticos y representantes? Nada. Cuántas reverencias y adoración hacia los poderosos por su influencia. ¿Qué hacían en esa situación las iglesias y confesiones religiosas? La Iglesia Católica no se ha implicado en la lucha contra la corrupción de sus fieles en la vida pública. Se limitan a enunciados o advertencias verbales pero no hacen más. Otra estafa moral. La pulsión moral no dirige la democracia entre nosotros.