Ahora o nunca

08/09/2014 - 23:00 Javier del Castillo

En este inicio de curso político se habla mucho de acometer con urgencia la regeneración democrática. El PP ha puesto este verano sobre la mesa algunas propuestas y ha invitado al resto de las formaciones políticas a dialogar y a debatir sobre ellas. El tiempo apremia, pero nadie acepta la invitación a negociar. Nadie da un paso al frente en busca de una mayor transparencia y de unos acuerdos que ayuden a mejorar el sistema electoral vigente. Y mucho menos el principal partido de la oposición, obsesionado en marcar distancias. Prefieren que se hunda el edificio, aunque les coja debajo, antes que colaborar con el adversario para acometer conjuntamente el arreglo y la remodelación del actual sistema democrático. La oposición – ahora el PSOE y antes el PP – se empeña en hacernos creer que el Gobierno es culpable de todos los males, incluidos los que no entran dentro de sus competencias. En mi opinión, dedican demasiados esfuerzos en destruir, en lugar de arrimar el hombro para solucionar los problemas.
Prefieren utilizar la tabla de dividir en vez de ejercitarse en la tarea de sumar. Y, por si fuera poco, cuestionan cualquier resultado positivo, no vaya a ser que reconocerlo les haga perder un puñado de votos. Tanto el partido del Gobierno como el de la oposición coinciden en una cosa: hablan de darle prioridad a los derechos de los ciudadanos. Pero son incapaces de acabar con los escándalos, corrupciones y fraudes. ¿Quién va a creer su apuesta por una regeneración democrática, si han consentido el fraude y la corrupción entre sus filas? Las próximas elecciones les dan la oportunidad de “regenerarse”. Lo primero que tienen que hacer es eliminar de las listas a los candidatos imputados, sospechosos, inútiles, sin carisma o incompetentes para asumir un cargo de responsabilidad. Elijan de una vez por todas a los mejores, en lugar de colocar a los pelotas y a quienes mejor hacen los recados. Y pongan a disposición de los electores, si no es mucho pedir, las herramientas necesarias para fiscalizar luego su trabajo. La regeneración empieza por uno mismo. No es de recibo defraudar a Hacienda durante más de treinta años, sin que nadie se entere. Y mucho menos de recibo que defraude alegremente un “honorable” padre de la patria.