Juegos de anochecer

11/09/2014 - 23:00 José Serrano Belinchón

El título no es mío; lo he tomado de uno de los capítulos del “Platero” de Juan Ramón Jiménez, que allí pasó casi toda su vida. Desde el año 1898, famoso por la pérdida de las últimas colonias en América -una de las últimas provincias españolas de ultramar-, Puerto Rico, pertenece a los Estados Unidos en calidad de Estado Libre Asociado, nunca como parte integradora del que se ha venido considerando, y aún se considera, el primer país de la tierra. Puerto Rico pertenece a EE.UU. como colonia, pero no toma parte de la Unión, ni sus habitantes tienen los mismos derechos que el resto de los ciudadanos del país. Algunos de esos derechos, tan importantes como el de comerciar, el de votar en la elección de presidente, o el de estar representado en el Congreso con voz y voto, son algunos de los que carecen. Un comisionado vota en nombre de sus representados, pero no decide, pues si su voto resulta decisivo no cuenta como válido. Así llevan durante más de un siglo, 116 años, y así continuarán en tanto que el Congreso se niegue a admitirlo como estado de pleno derecho.
El resultado del plebiscito celebrado en 2012, que pese a haber sido rechazada la actual situación por un 54 de los ciudadanos con derecho a voto, el Gobierno respondió con una rotunda negativa a que formase parte de la Unión.
No la clase política, sino la base del pueblo portorriqueño a iniciativas del ciudadano José Nieves, ha dado lugar a la creación de un nuevo movimiento con las siglas MRE (Movimiento de Reunificación con España), que bajo el lema de “somos españoles y queremos volver a casa”, pretenden nada menos que independizarse de los EE.UU. e integrarse como provincia o comunidad autónoma de la que consideran ser su verdadera patria: España; argumentando que gozarían de una autonomía mucho mayor de la que tienen allí, contarían con el euro que vale más que el dólar, y podrían comerciar con otros países de Hispanoamérica, además de constituirse en puerto de entrada de España y de Europa en las Américas. De momento, tratándose de una idea reciente que hasta ahora nadie se había planteado -añade José Nieves, su impulsor-, en una encuesta realizada entre sus lectores por el diario Metro, la respuesta ha sido afirmativa en un veinte por ciento de la población, asegurando que el apoyo es más que excelente por tratarse de los primeros meses, teniendo en cuenta de que se partió de cero. La verdad es que en la vida se oye de todo; pero ideas que tengan tan poco recorrido como ésta, no tienen parangón.
Personalmente se me ocurre pensar, aparte de que me suena a disparate, que la propuesta favorecería a muy pocos si llegara a realizarse, y no veo por ninguna parte los medios necesarios para llevarla a cabo. Es verdad que vivimos en una época de ilusos soñadores, de los cuáles también alguno anda por aquí. Las ideas y proyectos deben apoyarse, digo yo, sobre una base de granito, lógica por lo menos; pues el mundo, especialmente en las circunstancias actuales, no está para dejarlo en manos de soñadores, de cerebros enfermizos y de manos vacías.