Andorrear por la Sierra

25/09/2014 - 23:00 Luis Monje Ciruelo

Pocos paisajes de la provincia hay que no conozca. Pero siempre encuentro en mis viajes algo nuevo o digno de ser rescatado de los rincones de la memoria. El pretexto esta vez era visitar en Bustares a un amigo, Pedro Vacas, reportero de TV Guadalajara en su sección “De antaño a hogaño”. Se desenvuelve en esa actividad con la soltura de quien nació y se crió allí, y allí ha vuelto en su madurez para pregonar sus atractivos y singularidades. Pero no sólo con sus reportajes televisivos del medio rural, en los que, aún los que presumimos de conocerlo, siempre encontramos algo nuevo, sino con libros en prosa y verso y, en especial, acopiando material para un futuro Museo Etnológico, que será, probablemente, el más completo de la provincia. Si la felicidad es complacerse en lo que se tiene, o como alguien ha escrito, no está en las cosas o personas sino en el gusto de ellas, no cabe duda de que Pedro Vacas es un hombre feliz en su ambiente, aunque desde alguna perspectiva pueda resultar éste rudo e incómodo.
Entre su casa/museo, su sorpresivo huerto, casi un nuevo Manderley de Rebeca en la ladera del Alto Rey, y sus reportajes, Vacas disfruta de la vida sintiéndose en su centro. El viaje nos dio la oportunidad de cruzar una vez más el arroyo San Cristóbal con sus impresionantes barranqueras de pizarra que recuerdan el dramático paisaje de los Asomantes en la confluencia del Jaramilla con el Jarama en el camino de Campillo de Ranas a El Cardoso de la Sierra y sus pedanías. Andorrear por la Sierra Norte nos permitió volver a pueblos tan serranos como Zarzuela, con su iglesia románica asentada en una roca; Las Navas, añorante de su antiguo horno de pizarra, hoy reconstruído, y Villares, el pueblo de Los Vaquillones, todos ellos apellidados de Jadraque. Y aún hubo tiempo de comer moras en el despoblado Las Cabezadas, (50 años sin habitantes), donde la hiedra que enmascara las ruinas de la iglesita y las casas es su seña de identidad. Y las cogimos con la sensación, aún en lugar tan solitario, de que robábamos algo a alguien, quizá a los fantasmas de los habitantes que en los años cincuenta tuvieron que abandonar su aldea para irse a Fontanar, presionados por la autoridad gubernativa. Entre esas aldeas, Bustares, bien pavimentado, como todos, y todos con excelentes carreteras, nos pareció que bien merece, junto a Hiendelaencina, sentirse un poco capital del norte de la Sierra Norte de Guadalajara.