Desde mi iPhone 6

30/09/2014 - 23:00 Pedro L.Toledo

Recuerdo que alguien dijo una vez, que nunca maduramos todo lo que creemos y tampoco todo lo que debemos. Nos hacemos más altos, bueno yo evidentemente no. Nos reímos menos y nos ponemos disfraces de adultos. Sin embargo, casi todos sabemos que detrás de ese disfraz, sigue estando, ese niño con el pelo cortado a tazón y dientes mellados, que correteaba sin parar. Niño, que por supuesto no había perdido la inocencia. No obstante, yo creo, que esa inocencia, “taitantos” después, la sigo sin perder. Por eso, en muchas ocasiones, me doy cuenta que, como diría Serrat “nada por allá, nada por aquí, visto y no visto y me la meten doblada”. Lo malo de esto, es que te enteras, cuando ya es tarde. Por suerte hay alguna faceta donde nunca me ocurre. Quienes me sufren de contrarios, lo saben: el Mus, de ahí mi inmaculado historial de victorias.
En cualquier caso, el problema viene, cuando te pasa en otras áreas más importantes de la vida, que la partidita diaria. Pondré un ejemplo que creo que todo el mundo entenderá. No soy especialmente caprichoso con los teléfonos móviles. De hecho no suelo cambiar de móvil más de dos o tres veces al año. Sin embargo, como ya tocaba (cambiar de móvil), este jueves, recibí mi nuevo y flamante iPhone 6 Plus. Como no podía ser de otra forma, me dispuse a configurarlo. Con lo que, a la media hora el móvil estaba listo y yo ufano: ambos podíamos salir a pasear de la mano, para mayor admiración de mis amigos de la Cuchara. Para mi desgracia, me metí en una página de internet, a ver unos consejillos básicos. En un momento, se me iluminó una sonrisa y descubrí lo que yo creía era la panacea del iPhone 6. Una aplicación que permitía cargar el móvil en el microondas, en apenas 20 segundos. No soy persona que guste de presumir, pero el móvil venía algo escaso de batería y tenía que enseñárselo a todo el mundo. Con lo que, de manera inmediata, descargué el mencionado APP y me dirigí a la cocina, ante la atónita mirada de mis hijas. El resultado, fue el esperado después de ver fuegos artificiales dentro del micro. Lo que antes era un flamante Smartphone, prodigio de tecnología punta, salió convertido en un filete “achuscarrao” de aluminio y plástico.
No tuve otra opción que llamar al foro donde había leído la noticia, para amenazarles con una demanda. Las risotadas del otro lado de la línea telefónica, solo eran comparables, con las que soltó el director de la primera oficina bancaria a la que le reclamaron por unas preferentes. En cualquier caso, yo sigo confiando en mi inocencia. Ya he realizado el pedido de otro nuevo iPhone, pero espero que los dueños de ese blog tecnológico, autores intelectuales de la cremación de mi móvil, asuman su responsabilidad y me manden otro nuevo. Como no podía ser de otra manera. Que la fuerza os acompañe.