Apestados

10/10/2014 - 23:00 Javier del Castillo

Es muy probable que Excalibur, el perro de Teresa, la auxiliar de enfermería contagiada de ébola, haya sido sacrificado antes de que salga publicada esta columna. Pero aquí de poco vale el refrán “muerto el perro se acabó la rabia”. La muerte del animal – por mucho que les duela a sus amos y a los miembros más activos de la Sociedad Protectora de Animales – no deja de ser una anécdota. La guinda que le faltaba a esta tarta de despropósitos en la que se ha convertido el caso. Pero el problema realmente preocupante no es Excalibur – algunos creen que era mejor dejarlo vivo y en observación -, sino la desinformación que todavía existe sobre los riesgos reales de contagio, la confusión respecto a la aplicación de medidas preventivas y protocolos, y el empeño de algunos por sacar provecho de la desgracia que nos ha caído encima. Estamos tan acostumbrados a escuchar infundios y barbaridades, que cuando los expertos hablan de tranquilidad sospechamos que nos ocultan lo que realmente está pasando.
Esta misma mañana, mientras iba para la radio, Fernando Ónega repasaba las claves de la actualidad y se preguntaba: ¿qué más se puede pedir? Y es que teníamos, y tenemos, de todo un poco. No nos privamos de nada. Pasen y vean. Artur Mas en su patético laberinto de la consulta; un histórico dirigente de UGT – José A. Fernández Villa - que reaparece pero pringado hasta las cachas; consejeros y directivos de Caja Madrid gastándose el dinero de los impositores con tarjetas opacas; un alto cargo del Gobierno Vasco pasando una factura de 6.000 euros de teléfono en agosto, su mes de vacaciones; un delegado de Gobierno al que un “agradecido” empresario le obsequia con un rifle valorado en 1.800 euros… Para empezar el día, no está mal este desayuno informativo. Y, en medio de tan desencantador panorama, una noticia curiosa sobre los recortes que no había salido a la luz: cuando llegó el gobierno de Rajoy dejó de dispensar viagra a los presos, cosa que venía siendo habitual en la etapa del gobierno de Zapatero, según ha explicado en sede parlamentaria el actual responsable de Instituciones Penitenciarias. ¿Qué más podíamos pedir? Pues, por ejemplo, que el ébola nos hiciera desviar la atención de la peste corrupta que tenemos encima.