Manganicidio en Cataluña

18/10/2014 - 23:00 Emilio Fernández Galiano

No, no hay error, no hablo de magnicidio. Hablo de una adaptación al tema de lo que significa, según el diccionario de la RAE, el término manganilla: “Engaño, treta, ardid de guerra, sutileza de manos”. Eso es a lo que estamos asistiendo en Cataluña, a un manganicidio descomunal, pues se está engañando, en un ardid de guerra, a una población en buena parte manipulada con quiméricos argumentos, con imposibles promesas y falsas hipótesis. A una treta basada en el auge nacionalista para ocultar una nefasta gestión. A una sutileza de manos para desviar la atención de los flagrantes casos de corrupción. No hay mejor concepto para describir lo que está ocurriendo que el que abarca el significado de manganilla. La deriva nacionalista es una estrategia tan antigua como la propia condición humana. El maestro Mingote comparaba con frecuencia la obstinación de algunos, dibujando a unos hombres del neandertal colocando piedras alineadas y creando imaginarias fronteras. La Historia está jalonada de movimientos nacionalistas a los que se acogen o ilusos ensoñadores o líderes caídos. El enarbolar una bandera que cubra las propias miserias es como meter la basura debajo de la alfombra. El dictador Galtieri, presidente argentino a finales del siglo pasado, invadió Las Malvinas para despertar el sentimiento nacionalista de los argentinos e intentar ocultar así su penosa gestión y los graves casos de corrupción de su régimen. La jugada funcionó sólo al principio, pues finalmente cientos de jóvenes soldados murieron inútilmente frente a la poderosa y profesional Armada británica. Tras la derrota, la población argentina entró en una colectiva depresión revolviéndose contra los autores de la alocada acción bélica.
Respetando las distancias, parece claro que el furor nacionalista de Artur Mas ha ido creciendo en inversa proporción a su pérdida de apoyo electoral por una pésima gestión y por el aumento de casos de corrupción de su partido. En una alocada espiral, el dirigente catalán se ha echado al monte en una huida hacia delante que sólo puede terminar en el vacío. En esta insensata travesía, el muy honorable colecciona pérdida de votos y escaños en cada convocatoria electoral, una deuda disparada por la que el Govern ha tenido que acudir al Fondo de Liquidez Autonómica (FLA) para que el Estado español le preste 40.000 millones de euros. En el caso de que hubiera tenido que recurrir a los mercados para conseguirlo, hubiera entrado en bancarrota por no poder pagar los intereses. Las balanzas fiscales han demostrado que aportan la mitad que Madrid y reciben el doble que la capital (con la mitad de habitantes). Nadie se puede creer el “España nos roba”, al menos mínimamente informado. Pero Cataluña es un desierto en información libre. Los principales medios de comunicación han recibido subvenciones estratosféricas para comprar opinión publicada con el fin de manipular a la opinión pública.
Artur Mas ha triturado el famoso y ya desaparecido seny catalán, aquél que ponderaba y equilibraba, el que aportaba sensatez, elegancia y espíritu emprendedor. En Cataluña ya no se habla de su tejido industrial ni de su fama de buenos empresarios. Al contrario, están huyendo las grandes corporaciones y la inversión extranjera. La referencia válida ahora es un tal Oriol Junquera, otro “héroe” nacionalista del que dudo fuera capaz de crear tan sólo un puesto de trabajo, salvo colaboradores, claro. De culminar la deriva nacionalista pronto emergería una Cataluña asolada, en la que flamearían grandes esteladas, y por viejos altavoces dispuestos en avenidas despobladas, sonarían las notas “Els Segadors”. OTROSÍ: Yo hubiera cesado a la ministra de Sanidad y al consejero de la misma cartera de la Comunidad de Madrid, porque un buen político, como la mujer del César, además de serlo debe parecerlo. Pero la gestión de la crisis del ébola, por inaudita, ha sido razonable. El explotarlo electoralmente se puede entender, pero utilizarlo para despertar la vena de los anti sistema, es una prueba más de su demagogia infinita.