El adiós a Avelino

20/10/2014 - 23:00 Pedro Villaverde Embid

El viernes, 3 de octubre, Nueva Alcarria publicaba la presentación del libro sobre su 75 aniversario que contaba con la colaboración entre sus firmas de Avelino Antón, habitual en sus páginas desde principios de los años cuarenta, es decir, desde casi siempre. Serían las últimas líneas que escribiera un hombre cercano a los cien años de edad. Una llamada telefónica de su hija ese mismo día diciendo que había preguntado varias veces cuándo le llevaba un ejemplar a su casa manifiesta el interés, la curiosidad, el cariño por el periódico y las ganas de vivir de una persona llena de vitalidad aún en la debilidad de su precaria salud. Avelino quería cumplir los cien años con la ilusión de un adolescente, pensaba en voz alta en la lista de invitados a la efeméride, pedía a las enfermeras del Hospital y a su cuidadora en los últimos tiempos, Laura, que le “diesen algo” para llegar a ese 5 de noviembre para el que tan poco ha faltado. El domingo, 5 de octubre, le visité para llevarle el libro. “Buena presentación, buen papel”, fueron sus primeras palabras al verlo. Desde entonces cada día, hasta la tarde misma del día del Pilar, vio las fotos del libro, escuchó de voz de sus hijos la lectura de algunos de los artículos, pasó páginas, revivió con la historia de Guadalajara su propia vida. En la mañana del 13, la muerte le sorprendió. Son muchos los momentos que he tenido la suerte de vivir junto a una persona realmente excepcional que exprimió la vida hasta su último aliento venciendo numerosas batallas a la muerte en los últimos años, rodeado del cariño de unos hijos entregados que le prestaron la atención que merecía. Su centenario habría sido un día muy feliz para todos los que le queríamos, pero deja muchos logros. Una titulación universitaria pasados los noventa años, un libro sobre la industria en la provincia que fue premiado por la Cámara de Comercio, centenares o miles de reportajes y artículos de prensa publicados, cuarenta nueve años dando clases, multitud de aparatos de radio y televisión arreglados con sus manos, un carné de conducir que utilizó hasta los 96 años con el Volvo que tanto le apasionaba, fotografías que son historia, una biblioteca de libros y una colección de videos impresionantes, un matrimonio de más de cincuenta años, ocho hijos y un gran puñado de nietos y biznietos, treinta años de trabajo en Unicef, varias distinciones, amigos, un sinfín de historias y anécdotas y el testimonio de alguien irrepetible e inolvidable que deja un gran recuerdo en la sociedad. Hasta siempre.