El desafío

24/10/2014 - 23:00 Jesús Fernández

e está deslizando peligrosamente en la sociedad la idea de que la acción política, la tarea de oposición consiste en un desafío constante. Desafío a la Constitución, desafío a los tribunales, al Estado de derecho, desafío a las leyes que, por otra parte, se traduce en una desobediencia clara y descarada. Pero esa provocación no viene de los particulares sino de las instituciones. Es un espectáculo muy lamentable en democracia ver cómo unas se desafían a otras. Dicho desafío termina en una rebeldía y desacato. La libertad en democracia tiene un peligro, que cuando se exprime y se abusa de ella, termina muriendo pero cuando es demasiado permisiva y tolerante, acaba marchándose, huyendo. Lo mismo sucede con las relaciones entre los Estados. Demasiada política de desafío y provocación. España es una democracia parlamentaria y de partidos. Sin ellos no es posible establecer ni activar la relación entre el Estado y la sociedad. No existe ninguna decisión en política que no pase por los partidos que mediatizan e intervienen en todo.
La corrupción tan abundante y escandalosa en ellos, no tiene que anular su necesidad o función ni su presencia aunque, por otra parte, algunos sirvan de coartada para otros movimientos radicales y posiciones extremas. Ese es otro error de nuestro tiempo, creer que sólo se hace política y oposición desde los extremismos tanto de una parte como de otra. Sin embargo, la moderación es la esencia de la democracia sin que ello no impida gobernar en una dirección y programa sin que sea necesario pedir permiso a la oposición para legislar. El extremismo y el desafío (ideológico, territorial, social) forman parte de la metodología política de muchos grupos de hoy que recurren a ella para hacer oír sus voces en el concierto o para hacerse un hueco en el clima de orden y moderación exigida por la inmensa mayoría de los ciudadanos. A veces, todos compartimos la idea de libertad, igualdad o solidaridad pero no todos las interpreten o entienden igual. La diferencia entre los extremos está en la interpretación o utilización de las ideas para derrumbar el sistema de orden, progreso, desarrollo y bienestar. Hay que prestar atención a los extremismos de hoy, a los de fuera y los de dentro, a los de izquierdas y a los de derechas, a los islamistas y a los instrumentalizados para ello. No es necesario ni urgente reformar la Constitución de 1978. Podemos aplicar infinidad de metáforas: podad las ramas, pero dejad el tronco con las mismas raíces para que siga creciendo el árbol. Tirad las paredes pero dejad la estructura con los mismos cimientos para que sea habitable la casa. Quitad la estatua pero dejad el pedestal que sirva para el futuro que venga. Hay muchas cosas que no podemos recuperar después de haberlas perdido, como son, el tiempo, la libertad, la convivencia. La Constitución forma parte de todas ellas y es muy difícil recuperar los valores encarnados en ella pero sin ella.