A coger níscalos

25/10/2014 - 23:00 Luis Monje Ciruelo

El sábado pasado hice una ruta que conozco de sobra, la zona Sur de la Sierra Norte, para admirar los tonos rúbeos y gualdos que empiezan a mostrar las vegas y cuestas, y regresé con mi esquema mental cambiado, pues los atractivos paisajísticos y monumentales que pensaba enseñar a mi acompañante cedieron su protagonismo a la estampa sociogastronómica de los buscadores de níscalos. De níscalos, como decimos todos, o mízcalos como los nombra la Real Academia. El palacio renacentista de Cogolludo, la iglesia románica de Puebla de Beleña, el embalse del mismo nombre que abastece a toda la Campiña, las “médulas” y el olivo milenario de Puebla de Valles cedieron ante los incontables coches cuyos ocupantes se habían desparramado por los pinares en busca de este codiciado hongo, “lactarius deliciosus”, que se da en abundancia en aquella comarca.
Precisamente, en Cogolludo se celebraba una reunión provincial de seteros y expertos para acordar medidas contra los abusos de su recogida. Reunión a la que no tuve acceso porque “no estaba apuntado”, según la azafata. Todavía no había encuentros comerciales en pleno campo, como todos los años, porque la búsqueda de níscalos estaba en sus inicios. Pero los habrá, porque cada vez están más caros. Tantos buscadores en torno a las carreteras me han hecho pensar en los motivos de ese afán, que atrae a nuestros bosques a gentes que nunca los pisan. Aparte del deleitoso sabor de hongos y setas y del primaveral día que permitía comer entre pinos, como muchos hicieron, creo que esa afluencia de buscadores la mueve, como a los chicos el robar fruta del cercado ajeno, la ilusión de salir al campo y coger sus frutos de balde, algo impensable en la ciudad, donde no hay nada gratis.
Algo que se da con excesiva frecuencia en septiembre en nuestras vegas, en las que algunos domingueros hacen su agosto con el motor en marcha. Dadas las recientes lluvias, que tenían que haber sido antes para mayor eficacia, es de suponer que habrá abundancia de níscalos, y no hablo de cosecha, porque para cosechar hay que sembrar, y los hongos y setas son espontáneos, según la segunda acepción de la RAE. Los ayuntamientos se preparan para limitar esa avalancha de seteros y, sobre todo, para vigilar la forma con que actúan, sin utilizar rastrillos ni arrancar las setas destrozando el micelio, lo que reduciría la producción micológica de los bosques, una riqueza que debería beneficiar más a nuestros pueblos.