Se impone una regeneración

06/11/2014 - 23:00 José Serrano Belinchón

La vida española corre a velocidad de vértigo durante los últimos años. Las cosas son y dejan de ser de un día para otro en esa especie de nube sin una base sólida en la que nos ha tocado vivir, en tanto que la deplorable condición de algunos dirigentes nos vuelve a sorprender de forma reiterada, dejando al descubierto la gangrena social en la que estamos metidos, mientras contemplamos atónitos cómo las fortunas de esos desalmados revestidos de poder, van creciendo sin escrúpulo, al tiempo que la pobreza sigue haciendo mella en los más débiles hasta el punto de que miles de niños, compatriotas nuestros, no pueden desayunar todos los días por falta de recursos. La situación, tanto económica como laboral, en la que el gobierno tomó las riendas del país, no era de lo más boyante, había que tomar medidas urgentes para salir de aquel estado; medidas que en todo caso supondrían un sacrificio importante para las clases medias -y para las clases bajas no digamos-, si se quería volver a la normalidad social del país mejorando las economías con el esfuerzo de unos más y de otros menos, reduciendo el paro laboral en primer término y saneando la situación de las entidades financieras como base y sostén de la economía española. De entonces a hoy se han hecho cosas en ese sentido; nuestros bancos han acabado con el “estigma” que pesaba sobre ellos, pues según el Ministro de Economía, una vez conocido el resultado del estrés de la pasada semana, “el sistema financiero está en condiciones de contribuir a la recuperación de España”.
Palabras tranquilizadoras, sí; pero no podemos negar que la clase media española se sigue quejando, no sin razón, de la realidad en la que se encuentra, pues son mucha las familias que tienen que hacer ejercicios malabares para llegar a fin de mes, que otras siguen haciendo frente a la vida con la paga de jubilación de los abuelos, que todavía hay quienes rebuscan en los contenedores de nuestras ciudades con el peligro que eso entraña. La mejoría económica de la que se habla, y de la que no dudamos, no se ha hecho notar en cambio en el vivir diario de los ciudadanos de a pie que contribuimos con esfuerzo al sostenimiento de España; tampoco las entidades bancarias dan facilidades a los pequeñas empresas, ni ayudan como deberían hacerlo a los jóvenes emprendedores que sueñan con encontrar y con crear trabajo.
El grado de corrupción que de día en día se va descubriendo en los grandes partidos no hace otra cosa que agravar la situación de nuestro presente, y más aún la de nuestro futuro que no lo vemos con claridad por ninguna parte. Creo que se ha llegado a un extremo en el que se impone una regeneración a fondo (moral o ética, llámese como se quiera) con gente de valía que luche por el bien de su país y no por engrosar con malas artes sus cuentas corrientes. Si no es así, no dudo que tomarán las riendas los que andan al acecho, los demagogos y oportunistas que nada tienen que perder ni que ofrecer. La nave se iría a pique y sálvese quien pueda.