El ejemplo de Amancio

04/12/2014 - 23:00 José Serrano Belinchón

Es propio de gentes de buena ley, como diría el castizo, acordarse de los demás en todo momento y especialmente en estas fechas que se avecinan, cuando las luces de las calles en las ciudades y la música ambiente de los grandes almacenes nos ponen sobre aviso de que se acerca la Navidad, la fiesta de la solidaridad y del reconocimiento por antonomasia para los hombres, y las mujeres, de buena voluntad.
En este momento crítico de la historia de la Humanidad, donde parecen haberse olvidado tantos valores positivos, de esos que ayudan al hombre a ser feliz, un empresario español, don Amancio Ortega, creador de la plataforma solidaria que lleva su nombre, ha tenido a bien donar veinte millones de euros a Cáritas Española y otros cuatro a la Fundación Española de Bancos de Alimentos, con destino a la mejora de servicios en dichas instituciones o entidades solidarias (naves de almacenamiento, equipos de transporte, cámaras frigoríficas, etc.) así como alimentos imperecederos propiamente dichos, para atender las necesidades primarias y otros gastos ordinarios de tantas familias como en nuestro país viven al borde de la miseria o dentro de ella: familias en paro, inmigrantes, y demás personas que carecen de otros recursos para sobrevivir. No se me escapa que al hablar de don Amancio Ortega, propietario del grupo Inditex, lo estoy haciendo de una de las mayores fortunas del país; pero reconozco al mismo tiempo que su donación -que tampoco es la primera vez que la hace, ni será la última- es por su volumen de las que se hacen notar en esa ayuda ineludible de la que precisan con urgencia millones de españoles, en tanto se resuelve el problema del paro laboral, si por una de aquellas nuestros representantes tienen a bien ponerse de acuerdo, en lugar de tirarse los trastos a la cabeza como tanto les gusta.
La sociedad española, más aún la llamada clase media, se viene responsabilizando a lo largo del año, a través de sus respectivas parroquias, de recoger los productos alimenticios que a través de Cáritas se hacen llegar a las familias pobres de su ámbito; por otra parte los comedores sociales vienen cumpliendo con impagable mérito, aunque muy poco reconocido, una labor social imprescindible en los tiempos que corren. Son toneladas de alimentos los que con destino a las familias más humildes se recogen en España cada año; pero todo es poco, ya que son millones de compatriotas los que necesitan comer tres veces al día, vestir sin excesivo lujo, pero con dignidad, y un techo bajo el que cobijarse, sin que dispongan de medios para cubrir esa necesidad básica que, cuando menos, debería resonar como el restallido de un potente picaporte en las conciencias de todos, y en la de los más pudientes de manera especial. La clase media española, consciente de la situación, ha batido su propio record de generosidad, al contribuir días atrás con más de veinte millones de kilos de productos imperecederos con destino a los distintos bancos de alimentos, contando con la valiosa colaboración de miles de voluntarios y de una buena parte de los grandes almacenes del país. En España, amigo lector, sigue haciéndose notar la buena gente.