Privado y público en política

08/12/2014 - 23:00 Jesús Fernández

Se podría decir que una de las claves del pensamiento moderno es la relación entre lo privado y lo público. Esa misma relación entre la vida privada y la pública define la esencia de la ética política en nuestro tempo. La historia de la sociedad moderna es la historia del intercambio entre ambos esferas. La libertad y la emancipación pertenecen al ámbito de lo privado mientras que la función y representación caen del lado de lo público. Un ejemplo lo tenemos en la economía y la contabilidad. ¿Qué pensaríamos si mezclásemos la propiedad, la titularidad de las rentas o las posesiones personales con el presupuesto y los recursos públicos en aquellos gobernantes que han sido elegidos para gestionarlos? Pues esto está sucediendo en política actualmente, es decir, no distinguir entre uso privado y uso público de los bienes que se ponen en sus manos o a su disposición. Administración que no apropiación.
Esto se llama sustracción, robo, engaño, usurpación de recursos comunes con fines propios. Este es el materialismo de la clase gobernante. Veamos ahora el formalismo moral. Lo privado y lo público no tienen que ser contrarios sino complementarios. La tesis liberal defiende la independencia total, en política, entre vida privada y vida pública. Esto viene desmentido por la realidad pues el interés o la curiosidad hacen que no haya cosa más pública que la vida privada de esas mismas personas públicas. En esta distinción se sospecha la existencia de un engaño. Resulta difícil la no ingerencia de la personalidad privada en la conducta política. Por otro lado, todos esperamos que decisiones políticas no respondan a intereses privados de los gobernantes que las toman en la línea de “lobismos” o nepotismos. Sin embargo, en las democracias modernas cada día aumentan más las presiones ejercidas sobre los políticos que impiden trasladar o reflejar la libertad o imparcialidad como valor moral en la toma de decisiones relativas a la vida pública. Igualmente, en las posibles discrepancias o conflictos de conciencia es difícil mantener la fidelidad a las convicciones morales existentes. Esto lo llama Adam Smith el estilo patriarcal de la política.
Y, sin embargo, el mundo de la política y de la economía es un mundo sin padre, un mundo salvaje, brutal, inmisericorde. Las relaciones actuales entre lo privado y lo público en política no obedecen al modelo patriarcal donde un padre cuida que no les falte nada a los suyos, aún a costa de sacrificios personales, sino a puros intereses privados. Por el contrario, el estilo de hacer política hoy parece responder al modelo de contrato, es decir, yo pongo mi vida privada al servicio del Estado, de las instituciones a cambio de que la función pública revierta a su vez en el enriquecimiento de mi vida privada. La correspondencia de ambas esferas recae siempre en beneficio de la privada cuando debería aplicarse la fórmula de que tu mano derecha no sepa lo que hace la izquierda. Modelo patriarcal o modelo financiero contractual. Hay que revisar las relaciones en política entre la esfera familiar y la pública. Entrega desinteresada, compasión, participación, altruismo, cuidado, gratuidad o, por el contrario, negocio, enriquecimiento, profesión, casta, privilegios, concesiones, inmunidades. Ahí están los dos modelos.