El capitalismo científico

13/12/2014 - 23:00 Jesús Fernández

Durante mucho tiempo se ha explicado que el capitalismo no es sólo un sistema económico sino también un proyecto racional de análisis y conocimiento de la realidad individual y social. El capitalismo no es sólo el conjunto de normas que regulan las relaciones entre riqueza y producción sino que es una visión del hombre, de la responsabilidad societaria, de la comunicación de bienes, de la regulación del mercado llegando a ser así un sistema de relaciones justas morales en el mundo. Toda esta importancia de la propiedad y el uso de los bienes materiales, está regulada por la política. Por ello la desafección que crece en la población, en general, por los políticos (también en general) se convierte en una sospecha y desconfianza del capitalismo en sí y en sus capacidades para aportar estabilidad y calidad a la existencia humana.
Por otra parte, el capitalismo viene presentado como una proyección del hombre natural en el sentido de que él responde a las tendencias más profundas del hombre como es la tenencia y uso de bienes propios. Esa misma dependencia y vinculación de la posesión de bienes materiales a la persona explica que, si el hombre es corrupto, egoísta, avaro, codicioso o excluyente, también lo sea el capitalismo y la sociedad derivada. Todos somos capitalistas o aspiramos a serlo. La pobreza es una situación no deseada o voluntaria de la que esperamos salir y superar. Para ello, se necesita la ayuda de todos, en especial, de aquellos que no lo son, sean ciudadanos o países ricos. El problema del capitalismo no reside en la propiedad del capital sino en las rentas del mismo, su obtención y distribución. Ahí interviene ya el llamado Estado capitalista. De acuerdo con esta metodología, se ha comenzado a hablar del socialismo científico. La primera base científica del socialismo la proporciona el marxismo.
Carlos Marx, después de haber sido rechazado como aspirante a una cátedra en la Universidad de Berlín, se lanza a una actividad de publicista a favor de los sindicatos de clase y de su tiempo, peregrinando por París, Bruselas y Londres. Al final se sienta a redactar su conocida obra El Capital que no acaba. Esta visión y crítica quieren reproducirla ahora los jóvenes cachorros del marxismo de la abundancia. Entre ellos se encuentra Thomas Piketty con su obra El Capitalismo en el siglo XXI (2013). Para estos jóvenes aprendices de marxistas, el capitalismo es el culpable y distribuidor de la injusticia y de la desigualdad en el mundo, desestabilizando la democracia y poniendo a la sociedad en crisis y al borde de un abismo. Esto no es ciencia. Es una acusación gratuita y más de lo mismo. El marxismo y su hija política la socialdemocracia no han pasado de ser crítica demagógica y, lo que es más graves, un fracaso en el plano económico.