Cien años de Platero y yo

18/12/2014 - 23:00 José Serrano Belinchón

“Platero” de Juan Ramón Jiménez y el “Peñas arriba” de Pereda; el primero editado en Tetuán en pequeño formato y el segundo de la colección Crisol de Ediciones Aguilar, adquiridos en las casetas de lance de la Cuesta de Moyano, fueron todo el equipaje literario que ocupó los fondos de mi maleta cuando desde mi pueblo natal, recién cumplidos los diecinueve años, viajé en coches de línea hasta Cantalojas, con obligada escala en Madrid. Tomaba posesión de mi primera escuela y pisaba, también por primera vez, el suelo de Guadalajara. “Platero y yo”, por tanto, me ha acompañado como lector asiduo durante casi toda la vida.
El pasado viernes, día 12, se cumplía el primer centenario de la publicación de “Platero”, sin duda y salvo mejor opinión, la más bella muestra de prosa poética escrita en nuestro idioma; tercero de los más traducidos a otras lenguas después de “La Biblia” y de “El Quijote”. Dejado reposar el sueño de los justos en los anaqueles de las librerías durante varias décadas, aquel librito, no escrito para niños como se pensó, según su autor, cuyo protagonista es un burrito de Moguer, cargado de gracia y de ternura, ha vuelto a aparecer en las primeras páginas de los periódicos.
Es cierto que durante su primer medio siglo de vida, la influencia de Platero en la educación de la infancia y de la adolescencia en España fue grande, como también es verdad que de cuarenta años hasta hoy rara vez se habló de él salvo en algunos libros de texto, y aun así, debido a la personalidad de su autor (Premio Nóbel de 1956) más que a sus propios merecimientos; un fenómeno que como tantos más marca la desviación social del país y el cambio de apetencias entre los españoles. Se venden pocos libros por razones diversas, pero son todavía menos los que se leen.
La poesía como género literario, excepción hecha de un determinado y cada vez más reducido público, muestra una cierta decadencia como producto de mercado si no es como objeto de regalo, sin que podamos atribuirlo a nadie, sino al cambio de rumbo habido en la sociedad. Grave error, cuyas consecuencias se advierten hasta en el aire que respiramos. Que una parte considerable de la poesía actual es mala, que nadie lo dude; pero también la hay buena y muy buena, que por inercia o falta de sensibilidad corre esa misma suerte.
Desengañémonos: una razonable dosis de poesía, en cualquiera de las edades de la persona en la vida actual y en todos los ambientes, sería un camino acertado para que la imagen sociocultural del país diese un paso adelante, que buena falta nos hace. El primer centenario de la publicación de “Platero y yo” ha pasado ya. Falta todo un siglo para que por el mismo motivo aparezca de nuevo como noticia, aunque tal vez no lo sea de primera página ni en todos los medios. No sé si a la velocidad que corre el mundo, serán muchos los que por entonces se acuerden del genial poeta onubense y de su obra más popular; supongo que sí, aunque durante todo ese tiempo el sueño de los justos, en los estantes de las librerías, en los cedés o en qué se yo dónde, pudiera ser de no despertar. Y sería una pena.
A todos nuestros lectores y amigos: FELIZ NAVIDAD.