Entramos en la era digital

29/12/2014 - 23:00 José Serrano Belinchón

En muchas las situaciones de cambio drástico de las que venimos siendo testigo las gentes de mi generación. No hace más de medio siglo que nuestros antepasados más directos cultivaban los campos de la sufrida Castilla haciendo uso del arado romano, con la tracción animal como fuerza motriz en infinidad de quehaceres. Durante los últimos cincuenta años los cambios habidos en favor de la humanidad han supuesto un paso adelante mucho mayor que el que nos refleja la historia de los últimos quince o veinte siglos de civilización.
Lástima que ese espectacular apoyo de los tiempos no se haya experimentado con idéntica intensidad en otros órdenes de la vida, pues la humanidad sigue padeciendo a causa de la incomprensión y del egoísmo por parte de muchos de sus miembros, tanto o más que en otros tiempos; si bien, ese sería asunto a tratar en otro momento. La invención de la escritura en remotísimas épocas, supuso un avance más que significativo para el hombre, no obstante contó con algunos detractores, Sócrates entre ellos, al considerar que supondría una grave amenaza para la oratoria y para el normal desarrollo de la retentiva. Bastantes siglos después se produjo la invención de la imprenta, que tampoco satisfizo a todos dentro del mundo de la cultura renacentista. Siglos más tarde, en este tiempo nuestro, cuando la impresión sobre papel ha llegado a alcanzar niveles de verdadero arte, vuelve a surgir la amenaza con la edición digital de textos que a paso lento, pero firme, se va imponiendo a medida que el nuevo siglo -ya no tan nuevo- va recorriendo su camino.
Un cambio no ajeno a la crítica, con defensores a ultranza y con detractores que uno prevé llevan todas las de perder, aunque costará trabajo y tiempo. Por un lado estamos los de la generación del papel impreso, los del libro sobre las manos, más aún los que vemos llenas a rebosar las estanterías de nuestras casas; por otra la generación de nuestros hijos o de nuestros nietos, que van creciendo a la vez que se impone la lectura sobre pantalla digital en los diversos medios al uso. Nos guste o no, los nuevos sistemas se acabarán imponiendo, y buena cosa será subirse al vagón de turno, a riesgo de exponerse a perder el tren y tener que escuchar, en boca de no pocos, el fatídico: ¡Yo he llegado tarde!, que solíamos oír, no hace tanto, a compañeros y amigos de edad aun menor que la nuestra, cuando los ordenadores comenzaron a tomar asiento en el imprescindible lugar que ahora ocupan. La lectura digital, como todo lo que empieza, tiene sus desventajas, entre ellas la de perjudicar a la vista más que la lectura sobre papel, si bien, los aparatos de lectura se van perfeccionando en un intento de buscar solución a ese problema que en realidad existe. Las ventajas son otras, pues además del espacio, en los tiempos que corren deberá contar el precio de los libros. Mi última compra en estos días ha sido la de un libro en digital que me ha costado diez euros, cuando su precio en papel en la misma editorial, es de noventa y nueve. En libros de estudio, de consulta o diccionarios, el formato electrónico continúa, supongo que por poco tiempo, siendo un importante inconveniente, salvo mejor opinión.