El jabalí perplejo

05/02/2015 - 23:00 Emilio Fernández Galiano

Un elenco de profesionales, juristas, creativos, artistas y, en definitiva, vividores de las excelencias terrenales, fundaron en su día, allá por los ochenta, la Sociedad Cultural “El Jabalí Perplejo – Basurde Harritua” (algunos de sus miembros tenían ascendencia vasca). Se reunían en el Madrid castizo, como digo, en torno a buenas mesas de fino hilo y mejores viandas, oportunamente bien regadas, surgiendo desde los estómagos agradecidos las más brillantes ideas y las más agudas reflexiones. Puro magisterio. Supongo que no por azar, al nombre de la sociedad le acompañaba la siguiente leyenda: “Todo esto está muy bien, pero ¿aquí quién paga?” En España, los perfiles del que se escaquea la hora de pagar, son múltiples y variados y algunos ciertamente originales. Supongamos la típica cuadrilla de amigos yéndose de cañas y en cada establecimiento asumiendo uno la minuta. Por rondas, que se dice. Los hay espabilados que se encargan de la primera ronda pues la mayoría de los amigos aún no han llegado. A contrario sensu, los hay los que dilatan al máximo su turno por si casualidad las rondan finalizan antes de que les toque. Otros, cuando llega el momento de pagar, padecen una repentina incontinencia urinaria y se desvanecen camino del baño (también llamada esta estrategia como “Wilander al servicio”). También están los que aprovechan la reciente legislación de Sanidad y desaparecen rumbo a la calle para fumarse un pitillito. Cartones y cartones, más bien. El clásico recepción de caña y paso atrás ha quedado obsoleto e ingenuo, pero es práctico. Si la cuenta se paga entre todos y el control es inevitable, sólo queda el recurso de los que se ofrecen para la recaudación o negociar con el camarero (señal ineludible del inicio del escaqueo). El caso es que por vergüenza, por ser legal o incluso generoso, son siempre los mismos los que no padecen ninguno de los síndromes anteriores, sufriendo, eso sí, la soledad frente a un camarero con los brazos abiertos apoyados en una barra ya vacía, y que, con un poco suerte, te va a endosar la cuenta de al lado. La picaresca del Lazarillo sigue vigente en nuestros días. Pero es una picaresca convertida en modus. No obedece, como en su origen, a la necesidad de subsistir sin medios, si no a su adopción como argucia, treta o estrategia con el fin de ahorrarte unos eurillos y ser el más listo de la cuadrilla. El hecho de que el amiguete con cocodrilos en el bolsillo nos racanee unas cuantas cañas no va más a allá de lo anecdótico, que, siendo amigo, perdonas o miras hacia otro lado. Lo malo es que el socio sea un Estado al que le hemos dejado cerca de 250.000 millones de euros (unas 240.000 millones de cañas) y ahora pretenda un “Wilander al servicio”. Alemania lidera la exposición a la deuda griega asumiendo casi un 40% de la misma. España, detrás también de Francia e Italia asume en torno a un 25%. Los más iluminados se meten con Angela Merkel porque la mujer quiere cobrar sus cañas (es que son muchas, y con los alemanes con la cerveza no se juega). Y los listos de turno se escandalizan porque los acreedores quieren pillar. La metáfora no es desafortunada, porque, literalmente, Grecia se gastó un pastón en sus propios caprichos (funcionarios, salario mínimo, cañas o vino griego) y en plena borrachera mintió a sus socios falseando la recaudación o negociando con el camarero. Ahora llegan los de zumo de Syriza diciendo que no, que no vale, que tabla rasa porque no sabían lo que hacían. Y, claro, no cuela. Al no colar, suprimen la maldita quita por bonos vinculados al crecimiento. Una especie de “ya te pagaré pero seguimos tomando cañas”. Técnicamente los especialistas lo llaman un “evento de crédito” y los inversores y agencias de calificación coinciden en que este tipo de bonos nunca han funcionado ni funcionarán. Esto es, un “ya lo has visto”. Y, claro, ha llegado el señor Draghi, que lleva la vaca, y ha dicho que nones. Los griegos tienen su representación fraternal en España. Afortunadamente no estamos tan mal como la cuna de la civilización de occidente. Pero a lo mejor, a lo peor, los de aquí prefieran seguir tomando cañas y hacerse miembros del Jabalí Perplejo. No tienen ese caché. Lo siento.