Economía, sí; pero no es todo

27/02/2015 - 23:00 José Serrano Belinchón

Pese a los intensos fríos con los que el mes de febrero nos ha venido regalando, y ese es su deber como podemos comprobar en un sinfín de refranes de todos los tiempos, el ambiente de la calle, propiciado por los medios de información a medida que pasan los días, va tomando en el ánimo de la gente una temperatura como jamás la tuvo, con un ingrediente nuevo: la inseguridad e incluso el miedo, que por primera vez desde hace décadas se deja ver en la sociedad española a todos los niveles, alimentado y fortalecido por la serie de errores de los que el sufrido españolito medio -la inmensa mayoría de la población- ha tenido que soportar por parte de aquellos que, por representación y por cargo, deberían ser ejemplo de lealtad, de fiabilidad en el servicio, de honradez en definitiva. No todos a los que aludo han sido garbanzos negros en el cocido nacional durante los últimos diez o quince años; pues los han habido de inmejorable calidad en el panorama político español en todo ese tiempo, si bien se ha notado el ascenso a modo de pandemia de los corruptos, los equivocados y los inútiles, por ese orden. Los primeros han conseguido devolver al apetitoso y nutritivo cocido nacional su viejo nombre: olla podrida; los segundos son los que, mirándose a si mismos, han optado por coger el rábano por las hojas y de ahí el resultado; y los terceros, los inútiles, son los que por falta de talento se han dado en fiar por el consejo de terceros, faltando a sus promesas y creando entre los suyos una situación imposible de soportar. El país estaba mal, muy mal, que nadie lo dude. Hubo un gobierno que hizo lo posible por convertirlo en un solar en estado de ruina, y a fe que lo consiguió en lo económico, en lo moral, en el concepto de estado, en la guarda de valores y en tantas cosas más. Cuando se procura dar solución a cualquiera de esas deficiencias y se abandonan las demás, la carcoma sigue cundiendo, resultando al final que el remedio impulsa el desarrollo de la enfermedad, facilitando la aparición de nuevos elementos altamente nocivos que son la causa de un nuevo malestar. Intentamos reconocer que la economía va mejorando, por lo que nos debemos felicitar con relativo fundamento, en tanto no veamos que hay trabajo y perspectivas de futuro, que ninguna familia española carece cuando menos de los medios básicos para salir adelante, un estado de bienestar, en fin, que todavía nos coge demasiado lejos. Aunque sean muchos los que lo piensen -a la clase política me refiero-, para mal nuestro no es sólo la economía a la que de manera exclusiva debemos atacar. Los problemas económicos se pueden resolver con media docena de leyes bien puestas y con un poco de sentido común por parte de todos. Los otros valores: orden social, respeto al hombre y a la vida, considerar el trabajo y el esfuerzo como un bien, compromiso con lo que antes llamábamos patria, espíritu de servicio a los demás…, son cuestiones fundamentales muy difíciles de recuperar cuando se han perdido, más todavía cuando se consideran asunto trivial y los que tienen el poder y la obligación de poner remedio prefieren mirar para otro lado.Â