De las rotondas de Guadalajara

17/03/2015 - 23:00 Pedro L.Toledo

Hay quien piensa que las cosas ocurren porque sí; sin embargo hay quien creé, que todo se debe a una sucesión lógica. Supongo que serán corrientes filosóficas, que un simple abogado paleto como yo, no alcanza a distinguir. Pero sea como fuere, la cuestión es que andaba perdido con respecto al tema de este artículo. No quería tocar temas muy técnicos; son enrevesados y no gozan del aprecio de mucha gente. Tampoco quería meterme en política, andan rojos y azules, con la piel muy fina ante la supuesta llegada de morados y naranjas. Según anda el Madrid, el fútbol, mejor “no menealo”. Con lo que, me quedaba el recurso de Sacedón seco y el Ebro desbordado, pero solo de pensarlo “…se me eriza la piel y me faltan palabras...”. Por tanto, estaba “atemático”, cuando me encontré con un compañero al que hacía mucho que no veía. En este tiempo se ha hecho medio famoso, con un curioso libro. Libro con un capítulo estrella: las rotondas, que adornan y aterran por igual, cada rincón de nuestros pueblos y ciudades. Mi amigo, curiosillo él, quiso cuantas había en nuestro país. Así con la ayuda del Google Maps, contabilizó cada rotonda de este terruño, en un trabajo de más de cuatrocientas horas. Una vez realizada tan ardua tarea, procedió a comparar su número con el de “Federicos”. Llegando a la curiosa conclusión de que en nuestro país, hay más rotondas que personas llamadas así. Con lo que, si pusiéramos un Federico a vigilar cada rotonda, nos quedaríamos con rotondas sin vigilancia; sopena echáramos mano de “Andreses” o “Javieres” para tal fin. Más de alguno y alguna, entre los que me incluyo, pensará que para lo que hay que vigilar. Dicho sea, sin ánimo de faltar, ni a los autores de la decoración “rotondil” ni los políticos que las aprueban e inauguran. Porque vamos a ver, que levante la mano quién no haya pensado en más de una ocasión, que a quien estaban tomando el pelo con la decoración de alguna rotonda. Aunque en su descargo, he de reconocer que este un arte complicado y comprometido. Tiene que contentar al que manda y no ofender al que pueda llegar a mandar. Todo ello llamando la atención, soportando las inclemencias del tiempo y siendo indestructible al vandalismo. Si encima significan algo, gustan a la ciudadanía y consiguen agilizar el tráfico, estaríamos sin duda y nunca mejor dicho, ante la cuadratura del círculo. En mi humilde opinión, quizá lo más adecuado, sea aprovechar el impulso fallero para las rotondas. De tal modo que se implantaran motivos de cartón piedra, para que luego fueran quemados a ritmo de “Paquito el chocolatero”. Con lo que si en Guadalajara podemos contabilizar alrededor de 36 rotondas, bien se podrían diseñar, inaugurar, quemar y apagar, una media de 3 rotondas al mes; para mayor gloria de artistas, políticos, charangas y bomberos. Que la fuerza os acompañe.