Cultura y mecenazgo

20/03/2015 - 23:00 Emilio Fernández Galiano

El desaparecido periodista Manuel Martín Ferrand, se quejaba de que el periódico El País denominara “La Cultura” a esa sección, pues entendía que el artículo que acompañaba al nombre condicionaba la diversidad y, por esencia, el sentido de dicho ámbito. Observo que, al menos en su versión digital, el citado periódico ha corregido su primera versión suprimiendo el artículo. Es curioso que algunos sectores pretendan apropiarse “patrimonialmente” del término arrogándose en exclusiva su utilización y pertenencia. En la última y reciente edición de los premios Goya, el mendaz director manchego de cine –Peeeedro-, en su lamentable intervención, excluía zafiamente al ministro Wert de su particular mundo “cultural”. No pudo evitar, en su soberbia intelectual habitual, alinear prietas las filas para seleccionar de forma impía quiénes pueden ser cultos y quiénes no. Tolerancia cero. La educación está íntimamente ligada a la cultura, así que prefiero no sumergirme en el mundo del citado cineasta por no llevarme desagradables sorpresas. El problema es que ningún gobierno desde la Transición se ha tomado realmente en serio una política que haga llegar la cultura al ciudadano. No imponerla, no se trata de eso, sino permitir su acceso, despertar el interés, transmitir la inquietud y hacerla deseada. Reconforta observar cómo en los últimos años ha aumentado la asistencia de público a teatros y exposiciones de arte, pese al desacertado IVA cultural. Incluso las salas de cine han batido cifras de recaudación en el último año. Pero también entristece observar cómo han proliferado, respaldados por una considerable audiencia, los programas infames e infumables basados en la miseria humana y en los chismes de la chusma. Y lo peor es que su estilo se ha transmitido como el ébola a tertulias deportivas y políticas, en donde los participantes compiten en mala educación y nivel de decibelios. Si por ellos pudiéramos medir el “share” de nivel cultural de la sociedad española, los resultados serían deprimentes. Echo de menos programas como La Clave –ah, qué tiempos-. Lamentablemente, la inacción del gobierno en medidas legislativas en materia cultural, ha protagonizado toda la legislatura. Y mucho me temo que las dos grandes referencias por las que podría haberse lucido, no han sido resueltas: el 21% del IVA “cultural” y la ausencia de una ley de Mecenazgo, prevista estelarmente, por cierto, en su programa electoral. Respecto al porcentaje del IVA, parece inminente su rebaja. Nunca es tarde si la dicha es buena, pero su reducción, si se confirma, suena demasiado a bombo electoral. No tiene sentido que se haya mantenido durante tanto tiempo el tipo del 21% para teatro, cine y conciertos, sin igualarlo al 4% de los libros, periódicos y revistas o, al menos, al 10% de museos, bibliotecas o eventos deportivos. Más llama la atención que la famosa ley de Mecenazgo se haya diluido en una reforma fiscal –que entró en vigor el pasado 1 de enero- que en nada responde a las expectativas que generó. Se puede entender que se retrasara su aprobación hasta finales de legislatura, una vez superada la complicadísima situación económica que heredó el gobierno del PP. Pero no se entiende que se prive al mundo de la cultura de una ley específica que ayude al arte desde el apoyo del sector privado con las consiguientes exenciones fiscales. Si desde Hacienda sólo se observa esto último en su habitual celo recaudador, poca o ninguna sensibilidad muestra a favor de la cultura, toda vez que las subvenciones que no llegan desde la administración pública, pueden llegar desde la ayuda privada. Es cierto que la cultura se usa como recurso de propaganda y reproche político. Y algunos se la apropian sectariamente. Pero es una pena que no gocemos en España de una ley que la ampare, la regule para protegerla y potenciarla, y busque su aproximación al mayor público posible. Es pura inversión, está claro, pero es de las mejores. Todavía queda medio año de legislatura. Rectificar es de sabios.