Elecciones

15/05/2015 - 23:00 Luis Monje Ciruelo

Escribir sobre las elecciones que se avecinan, abrumado y aburrido ya por las intervenciones mitineras que nos ofrecen por la tele los candidatos, es escribir sin ganas de hacerlo, porque el tema no me atrae. Es un ejercicio periodístico que podría solventar reproduciendo alguno de los incontables comentarios que he publicado en éstas y otras páginas sobre elecciones desde la Transición. Seguro que nadie lo advertiría. Copiarme a mí mismo, en realidad no sería plagio, pero sí poco ético, y por eso no lo he hecho nunca, no sólo por moralidad sino porque me haría pensar que mi imaginación estaba agotada, y creo que, por ahora, no es así. Pero dudo si es mejor hacerlo en serio o en broma, ironías aparte. La verdad es que las campañas electorales parecen un circo, porque para llamar la atención del electorado cada candidato se busca su plan de actuación como puede, incluídas las “miembras” de Femme cuando se desnudan para protestar de algo, con gran regocijo de los miembros. Pero más que actuaciones gestuales, lo que nos atora la capacidad de entender son esas frases hechas que se lanzan sin pensarlas, porque si lo hicieran se callarían. Esa de que “hay que cambiar de política”, o “hay que acabar con el paro” se ve que no están pensadas ni siquiera por esas “cabezas pensantes” que los gabinetes contratan para dar a las tonterías un marchamo de intelectualidad. No seré yo quien niegue esa conveniencia o necesidad del cambio, aunque me sienta incapaz de dar consejos. Cambiar de política es lo primero que se le ocurre a quien está en la oposición. Y lo de “hay que acabar con el paro” no necesita muchas luces para proponerlo, sobre todo si la propuesta no dice cómo hacerlo. Una lideresa alcarreña, sin duda una Disraeli con faldas, lo dijo el 1º de Mayo: “hay que cambiar de política”, “y si no, de Gobierno”. Le faltó “y si no, de sindicatos”. A propósito: quedé asombrado de dicha manifestación porque sólo ví dos banderas republicanas; pequeñas, eso sí, pero ninguna de España, lo que me hizo pensar si los manifestantes serían extranjeros. Deseché la idea en seguida porque algunos empujaban sillas y cochecitos con bebés, y no iban a venir desde tan lejos. “Será para educarles en la protesta- pensé-porque hay que educar desde pequeños”. Y alguien me apuntó: “Esos niños pueden ser el cambio necesario para unos modernos sindicatos, ya que a los actuales se les acaba el ciclo”.