Observatorio electoral

24/05/2015 - 23:00 Jesús Fernández

La vida en democracia permite que todos los días sean días de reflexión y análisis. También el día después de unas elecciones pues ello significa la aparición de un nuevo horizonte o tiempo de la libertad. Los que esperaban secretamente, calladamente, que estas elecciones fueran una erosión del sistema constitucional se han visto decepcionados. No se ha producido ningún vuelco o retorno a posiciones prerrevolucionarias. Los grupos o milicias asaltantes o colonizadores de la democracia tienen que esperar. Aun admitiendo que la conducta electoral es un behaviorismo o mecánica social donde la población responde a unos estímulos sociales, es muy importante evaluar los comportamientos producidos como resultado de la mencionada reflexión o interiorización del mensaje. La sociología electoral no es una ciencia exacta. Se ha despejado la incertidumbre. Todos los partidos persiguen el mismo fin, o sea, el poder. Las diferencias están en las estrategias utilizadas que han fallado. Ha fracasado parcialmente la teoría de los movimientos emergentes que han seguido la trayectoria del meteorito. El vendaval se ha desintegrado en el recorrido. Final de las incertidumbres y principio de algunas certezas. No podemos hablar de un giro histórico o radical de la situación política de nuestro pueblo pero han sido unas elecciones críticas y correctoras, como deben ser todas en democracia. Los ciudadanos se han expresado en distintos planos: a unas formaciones se les juzgaba por su gestión y quehacer durante muchos años. A otros se les ha dado, nunca mejor dicho, un voto de confianza donde otros han recibido un voto de castigo. El ciudadano ha basculado entre las promesas de unos y la decepción causada por otros. No todas las propuestas eran iguales y la credibilidad se ha inclinado a favor del novato o principiante. En unos se ha evaluado la realización de sus programas, en otros sólo las promesas o propuestas del mismo. A unos se les valora hacia atrás, hacia el pasado y a otros se les confía todo al porvenir. En la reciente cita electoral ha triunfado la moderación, el equilibrio y la cohesión constitucional de la mayoría de los partidos y opciones. La nueva centralidad no ha sido sustituida por otra. Las formaciones periféricas y los extremismos en el mensaje han fracasado. La irritación no ha llegado a la desesperación. Por otra parte, los nacionalismos excluyentes y rupturistas, han aprovechado la dispersión de otros para hacerse fuertes. Quedan abolidos los extremismos de descarte. Por lo demás, ha funcionado parcialmente el paradigma o juicio moral de la administración en la democracia. Mientras creemos que se ha castigado la conducta deshonesta de unos cuantos gobernantes, no sabemos cómo se van a comportar los que ahora llegan al poder. En otras partes de nuestro mapa democrático, no es la actitud ante la corrupción la que haya dictado la decisión de los electores. Algo ha terminado pero no todo ha cambiado La democracia se fortalece incluso cuando corrige. Esperemos que la crítica sea atendida y entendida por aquellos que deben hacerlo.