La otra violencia de género

28/06/2015 - 23:00 Emilio Fernández Galiano

Lo de la prepotencia, la falta de mesura, educación y diálogo. La falta de cordura, de sensatez, de actitudes civilizadas. Qué barbaridad. Vi por la web de este periódico las secuencias en video, a través de TV Guadalajara, del asedio de un grupo de representantes de la ira a dos concejales de Ciudadanos reprochándoles su posición para favorecer la elección de Antonio Román como alcalde de Guadalajara. La presión chulesca de este grupo de energúmenos a los citados concejales sería equiparable a cualquier actitud tipificada en nuestro código penal como violencia de género. Una violencia de otro tipo de género, pero violencia, al fin y al cabo. El dedo índice inquisidor de los que lideraban el escrache se hundía con fuerza en la piel de los concejales. Pero bueno, qué sentido de la democracia tienen estos personajes. De la tolerancia, del libre ejercicio de la actividad política. En Madrid pasó algo muy similar, o igual –prietas las filas y las instrucciones-. La bella Begoña Villacís, líder de Ciudadanos en el ayuntamiento, y a pesar de la elección de la acolita Carmena gracias a los votos de los socialistas, recibía en su piel los perdigones de la misma ira, temiendo, como reconoció, por su integridad física. ¿En base a qué pretendida impunidad pueden coaccionar, amenazar o amedrentar a fuerza de gritos, insultos y tocamientos personales que rayan la agresión? Es una suposición muy fácil: imagínense ustedes que los alborotadores fueran del PP, de Ciudadanos o del PSOE. No quiero ni imaginar la interminable retahíla de condenas por la actitud, supuesta, de tales imaginarios folloneros. La permisividad que los medios, en términos generales, aceptan esta situación dejándola en mera anécdota no beneficia en nada ni a medir a todos por el mismo rasero, ni a ayudar a la convivencia pacífica de los españoles. A ver si ahora empezamos a enredar sin calcular las posibles consecuencias. El estreno de los representantes de Podemos y otros acólitos –cuánto les cuesta facilitar su identificación bajo la piel de cordero de múltiples siglas y nombres-, no ha podido ser más desatinado. A unos tuiters desafortunados, sinceramente, no les doy más importancia que a la estulticia de los que alardean de una cultura que brilla por su ausencia. Esos mensajes nos los encontramos todos los días en cualquier fanático deportivo o, en definitiva, en cualquier cretino extremo. Lo que me preocupa es que esa fauna esté ahora mismo en ayuntamientos y comunidades autónomas asumiendo responsabilidades. El propio Antonio Muñoz Molina, nada sospechoso, se lamenta desde Nueva York –lo recoge Pepe Oneto en su blog- : “Que la cultura, en España, le importa una mierda a todos los que mandan, sean los que sean, lo prueba el nombramiento de concejal de cultura que ha hecho en el Ayuntamiento de Madrid la alcaldesa Manuela Carmena: un sujeto que no tiene escrúpulos en tuitear chistes inmundos sobre judíos reducidos a ceniza, niñas asesinadas y violadas y víctimas del terrorismo. Enhorabuena”. Aquí denunciaba hace meses la falta de sensibilidad del gobierno español por el mundo de la cultura por su incapacidad de sacar adelante una Ley de Mecenazgo a la altura de nuestro talento artístico. Pero al menos, en Guadalajara, Román inauguraba exposiciones y museos. El concejal de cultura de Madrid inunda las redes de inmundicia. Nacho Cardera, en El Confidencial, también lamenta esta inercia autodestructiva en su reflexión titulada “Un país de pirómanos”. Su lectura, muy recomendable. Así como el cuadro goyesco utilizado para ilustrarla. Buena idea que aprovecho para el mismo fin. El no es esto” orteguiano, viene a entristecernos como se entristeció nuestra sociedad a comienzos del siglo XX. Estamos en los comienzos de un nuevo siglo y pensaba, ingenuo de mi, que algunos capítulos se habían cerrado definitivamente. Y, encima, mientras esto escribo, ahí fuera, llueve. Y hasta graniza.