Peralejos y Bruce Springsteen

28/08/2015 - 23:00 Luis Monje

  Si me llega a decir alguien que un pueblo alcarreño o serrano ha nombrado hijo adoptivo a un personaje foráneo, inmediatamente hubiese pensado que era por lo menos un premio Nobel, quizá el doctor Fleming, Camilo José Cela u otro científico inventor o descubridor de una aportación mundial. Y de haber sabido que era Peralejos de las Truchas había creído al instante que sería José Luis San Pedro, autor de El río que nos lleva, poema de los madereros del Tajo, que estuvo en Peralejos para documentarse y luego fue homenajeado por el ayuntamento, y yo le acompañé. Y si no era San Pedro, el elegido, tendría que ser forzosamente el periodista y escritor, hijo de Peralejos, José Sanz y Díaz, Premio Nacional de Literatura, y autor de varias docenas de libros sobre la historia, tradiciones, geología, naturaleza y leyendas de Peralejos y su comarca: un verdadero cantor de su pueblo. Pero, claro, Sanz y Díaz no era de un país exótico ni tenía apellidos raros, sino totalmente vulgares, que para mi no habría querido, y nadie se acuerda de él y eso que ayudó a su pueblo todo lo que pudo y lo exaltó y divulgó en todas las ocasiones que tuvo, lo mismo como corresponsal de prensa en París, que en el ministerio de Información y Turismo del que fue un alto funcionario. No soy yo, por senecto, el más adecuado para hablar de ídolos de grupos musicales, que a mí me parecen todos gritones y contorsionistas, a los que me gustaría oír sin micrófonos, orquestas ni espectaculares escenarios con los que enmascaran sus posibles carencias , pero lo de Peralejos con Springsteen me ha impactado y me ha dado ocasión de recordar a mi olvidado amigo Pepe Sanz y Díaz, en el que me veo lejanamente representado. Estuve en su entierro en 1988 y observé la pétrea dureza del suelo del cementerio, entre el Tajo y la carretera de Arbeteta, no lejos del puente del Martinete. Y me duele que el divo ni siquiera haya contestado para agradecer la distinción ¿Qué pensaban los peralejanos? ¿Que desde la nube de su endiosamiento iba a descender a responderles? No pretendo ofender a mis paisanos, sino poner de relieve la altanería de estos cantantes. Y quizá también la pazguatería de sus fans, comprensible en jóvenes y adolescentes, que sólo necesitan oír música, aunque sea de una banda cuartelera, para ponerse a saltar y bailar, ahora que ni los bailes ni las canciones tienen ritmo ni gracia ni cadencia. Si ya decía yo que me metía en un marjal