Tontos por ciento

08/11/2015 - 23:00 Antonio Yagüe

En la penúltima campaña electoral del año andan candidatos y acompañantes siempre con el tonto en la boca en tertulias, apariciones o declaraciones a tiro fijo. “Habría que ser tonto”, “es de tontos”, “eres un tonto” o son “tontos útiles” como han dicho de Ciudadanos el podemita extremeño Sergio Pascual y el histórico pepero y expresidente de la Diputación toledana Arturo García Tizón. Todos muy poco originales, pues hay tantos tontos que no parece un insulto.
Para cuantificarlos, el maestro Mariano López remite a esta cita bíblica del Eclesiastés 1: 15 : “El número de los necios es infinito”. El genial medio paisano Baltasar Gracián, sentenció hace tres siglos: “Son tontos todos los que lo parecen y la mitad de los que no lo parecen”. Aforismos que refrendan el dicho actual de que hay más tontos que ventanas. O que botellines, como sostiene el colega Javier del Castillo.
Lo cierto es que andan por ahí algunos que superan incluso al rey Carlos IV que parecía el campeón de la estupidez, que ya tiene mérito. De este Borbón se cuenta, cuando era príncipe, que hablando con su padre sobre la infidelidad conyugal, dijo: “ Nosotros tenemos en esto más suerte que los demás mortales”. “¿Por qué?”, le preguntó su padre. “Porque es muy difícil, por no decir imposible, que nuestras mujeres encuentren a nadie superior a nosotros con quien engañarnos”. Carlos III le miró de arriba abajo y dijo: “¡Qué tonto eres, hijo mío!”.
Las redes sociales piden el galardón de Tonto 2015 para Ignasi López, el policía que multó a un coche de la Guardia Civil por estacionar ante el Ayuntamiento cuando fue a hacer un registro. Del arsenal de 100 sinónimos prestados por mi amigo Sebastián escojo una docena: tontos del pijo, burracos, pero los, lelos, palurdos, zoquetes, mamelucos, mendrugos, mentecatos, zotes, lerdos y semovientes.
Añado de mi pueblo: cepurros, tontilanes y zorritontos. Cuentan que uno que vino a casarse a Labros lo era tanto y tan pobre, que el día de la segunda, tras rondarle y observarlo de cerca, en lugar de pedirle las costumbres, los mozos acordaron darle a escote veinte duros. Se ahorraron, por respeto, las enhorabuenas. Siguieron lo que recomienda el adagio español: conviene ceder el paso a los tontos y a los toros.