Habilidades

09/11/2015 - 23:00 Javier del Castillo

Está muy bien que los dirigentes políticos tengan una mayor presencia en los platós. Y, especialmente, en los espacios de variedades. Alejados de la tribuna de oradores y del atril de una sala de prensa parecen más auténticos. Exhiben habilidades y descubren algunas facetas que muchos ciudadanos desconocemos de ellos. Hace algunas semanas vimos bailar en El Hormiguero a Soraya Sáenz de Santamaría, versión femenina y bastante mejorada de Miquel Iceta, y la otra noche a Pablo Iglesias en el mismo programa, arrancándose a la guitarra para interpretar una conocida canción de nuestro admirado y recordado Javier Krahe. Ahora ya sólo nos falta que Mariano Rajoy se deslíe del lío, se quite la corbata y se desmelene – después de tantas reuniones dedicadas a “pasión de catalanes” – tocándonos un poquito la gaita. La gallega, por supuesto. Algo tendremos que hacer para superar el miedo a lo desconocido – 21 de diciembre - y levantar el ánimo de una ciudadanía que ve aproximarse el fin de año con unas elecciones “navideñas” que cambiarán el escenario político y obligarán a pactos y acuerdos imprevisibles. Pablo Iglesias – quién le ha visto y quién le ve – ha recuperado la sonrisa y ha dejado de darnos la paliza con las excelencias de la revolución bolivariana de Nicolás Maduro, la nacionalización de la banca, las expropiaciones a las grandes fortunas y los escraches. Incluso ha dejado para más adelante su propuesta de control de los medios de comunicación privados que ahora le abren las puertas y le ofrecen una guitarra para que pueda dar el cante. Aunque para cante el de Pedro Sánchez adjudicándole la Ley de Divorcio a Felipe González – cuando había sido una de las pocas leyes que le dio tiempo a aprobar a Calvo Sotelo -, y menos mal que no le adjudicó el líder socialista a Felipe la supresión de la mili obligatoria y la legalización del matrimonio homosexual, que como todos ustedes saben forman parte de la obra legada por sus sucesores Aznar y Rodríguez Zapatero. El rigor, desgraciadamente, no es una de las virtudes que adornan a nuestros líderes políticos. No hay más que sacarlos de sus despachos y ponerlos delante de una cámara o de un micrófono para mostrar sus lagunas. También sus habilidades. Y eso les humaniza bastante.