De sor Citröen en Guadalajara

13/11/2015 - 23:00 Pedro Toledo

Y la vida siguió con siguen las cosas que no tienen mucho sentido una vez me contó un amigo común que la vio donde habita el olvido.
Y además de seguir, en el caso que nos ocupa, la vida sacó un conejo de su vieja chistera, para hacernos felices como un niño cuando sale de la escuela. Era un martes por la mañana, en calle Padre Tabernero, como podía haber sido un jueves por la tarde. Dos eran dos los contendientes; duro fajador contra fino estilista. Por un lado un Citroën C3 azul clarito con casi quince años encima. Por el otro y junto a él un Mercedes AMG-GT “full equip” recién sacado del concesionario, vamos 200.000 Euros de coche deportivo. La conductora del C3, quizá apremiada por que el tiempo le impide acudir a alguna de sus obligaciones, intenta desaparcar con maniobras dignas de un conductor en su primer día de autoescuela. Pese a la amplitud de maniobra que tiene, cuando lleva cinco intentos, presa ya de los nervios y encomendándose a lo más alto, confunde la primera con la marcha atrás y el freno con el acelerador. El resultado es evidente, el coche en lugar de salir entra. Y cuando digo entrar, me refiero a que, con gran estrépito se empotra literalmente en el morro del Mercedes, consiguiendo destrozar el frontal del mismo como si fuera de cristal, por el precio Swarovski sin duda.
El Mercedes comienza a pitar con una vulgaridad impropia de su porte. Hasta ese momento yo pensaba que estos coches tendría una especie de “Siri” para ocuparse de estas cuestiones, pero veo que tienen una simple alarma, igual que mi humilde Toyota. Quizá asustada por el ruido y siguiendo las instrucciones de su acompañante, la conductora del Citroën, consigue meter la primera y viendo el camino despejado, acelera y huye como si le persiguiera el mismísimo Satanás.
Hasta ahí, nada pasaría de la simple anécdota de una conductora en este caso, con no muy buenos principios morales. Sin embargo he olvidado mencionar, que el coche agresor estaba ocupado por dos hijas de Dios. Con lo que, estas hermanas entre un par de “ay Dios mío”, tres “Jesús bendito” y seis cuentas del rosario, se convirtieron en monjas a la fuga, sin que este servidor pudiera distinguir más que sus hábitos azules cuales Sor Citroën de nuestros días.
Hemos de suponer que todo será consecuencia de la resaca que traen los festejos propios del recién finalizado octubre, mes “Teresiano” por excelencia. Aunque otro testigo allí presente lo atribuyó a los fervores de la reciente representación del Tenorio Mendocino.
Que la fuerza os acompañe.