Buenismo

20/11/2015 - 23:00 Javier del Castillo

La barbarie humana jamás tiene justificación. La matanza de París o la del 11-M en Madrid, con centenares de inocentes asesinados, no puede justificarse nunca. Una semana después de contemplar el horror y los regueros de sangre a la entrada de restaurantes, junto a las sillas de las terrazas y en la sala de fiestas de Bataclan, todavía sigo escuchando voces que piden tolerancia y comprensión con los asesinos. Incluso cinco minutos de silencio, como los que se habían decretado para sus víctimas. Con todos mis respetos, caemos una vez más en ese buenismo absurdo que trata de encontrar explicaciones racionales al crimen más horrendo y a la venganza más atroz…, por aquello de que nosotros tampoco nos hemos portado bien con ellos. Los bombardeos de Siria claro que provocaron víctimas, pero esas acciones militares venían precedidas de otras agresiones y vulneraciones de acuerdos internacionales. La pretendida equidistancia, por no decir la confusión entre buenos y malos, mejor que vayan a explicársela a los familiares más directos de las víctimas del otro día. Cuando algunos recuerdan en las redes sociales lo jovencitos que eran los yihadistas que murieron inmolados en la trágica noche parisiense, y no pronuncian palabras de condolencia hacia los otros jóvenes inocentes que murieron acribillados, se están retratando a sí mismos. Buscar una explicación a la masacre o querer relativizar la oleada de terror desde la “comprensión” o alimentando utopías como la Alianza de Civilizaciones que tanto tiempo le hizo perder a Zapatero, es totalmente inútil. Hace un año, más o menos, participé en una mesa redonda que organizó la Fundación Siglo Futuro sobre los peligros del yihadismo. El acto tuvo lugar unos días después del atentado a la revista Charlie Hebdo. Y me sorprendió la intervención de Ndeye Andújar, una profesora española convertida al islamismo. Pretendía, de alguna manera, justificar la masacre poniendo el acento en la marginación de los inmigrantes árabes en los barrios más pobres de algunas ciudades francesas. Entonces, Ángel Expósito le recordó la marginación en La Cañada Real de Madrid. “No creo que aquí vivan mejor y, sin embargo, no van poniendo bombas por los mercados ni decapitando a la gente”. ¡Basta ya de buenismo!.