El Día Internacional de la Violencia contra la Mujer

27/11/2015 - 23:00 Araceli Martínez

Hace ya treinta y cuatro años de la celebración del I Encuentro Feminista de Latinoamérica y del Caribe, en el cual se declaró el 25 de noviembre como Día Internacional contra la Violencia hacia la Mujer en recuerdo de las hermanas Mirabal, asesinadas por el dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo. Más adelante, fue la Asamblea de las Naciones Unidas la que asumió esta fecha como Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres. A lo largo de estas últimas décadas han sido muchos los avances conseguidos, impulsados mayormente por los feminismos y por organizaciones de mujeres reivindicadoras de la igualdad real y efectiva, logros también incorporados a la acción de algunos Gobiernos, como fue el caso del de Castilla-La Mancha, que en 2001 propuso la primera Ley de Europa de Prevención de los Malos tratos y de Protección a las Mujeres víctimas de la violencia de género. A pesar del esfuerzo colectivo para erradicar la violencia machista, todavía se siguen vulnerando derechos fundamentales de las mujeres, situación que impide que estas puedan disfrutar plenamente de su condición de ciudadanas.
A día de hoy, y a pesar de los datos dramáticos sobre la incidencia de la violencia sexista (baste recordar que desde 2003, año en el que se empezaron a recopilar estadísticas oficiales de víctimas mortales, más de ochocientas mujeres han sido asesinadas), hay quienes piensan que hablar de las desigualdades entre mujeres y hombres es una moda, una exageración, un anacronismo, incluso una falacia. Sin embargo, la violencia de género no es fruto de la casualidad, sino del machismo que aún persiste en nuestra sociedad, que genera desigualdades y discriminaciones múltiples. Así las cosas, la vía para desterrar la violencia hacia las mujeres es la superación de la sociedad patriarcal y el machismo que este tipo de sociedad genera. Hablar del denominado por la antropología y otras ciencias sociales patriarcado, conlleva plantearnos todo un sistema de relaciones sociales, políticas, culturales y económicas que establece mecanismos por los que las mujeres y los hombres acceden de manera desigual a los recursos y a las recompensas valoradas socialmente.
Por ello, observamos que es frecuente que hombres y mujeres no participen equitativamente en los espacios de toma de decisiones, que la pobreza tenga rostro de mujer, que persista la brecha salarial, que la conciliación de la vida personal, familiar y pública sea casi un imposible (por no mencionar cómo muchas mujeres, a veces inconscientemente, doblan y redoblan sus jornadas de trabajo tanto fuera como dentro de sus hogares para prestar las indispensables tareas de cuidados sin la necesaria corresponsabilidad de los varones) y que los medios de comunicación y la publicidad ofrezcan en más ocasiones de las deseables, imágenes estereotipadas y cosificadas de las mujeres. Sólo asumiendo una responsabilidad compartida de toda la sociedad a favor de la igualdad real, será posible hacer desaparecer la violencia machista. También hace veinte años que se celebró la probablemente más emblemática Conferencia Mundial sobre la Mujer, la conocida como Conferencia de Beiijing.
En ella participaron un gran número de personas, la mayoría mujeres, en representación de gobiernos y de la sociedad civil. El articulado de la Plataforma de Beiijing, sobre todo el referido a la esfera de la violencia ejercida sobre la mujeres, expresa que adoptar “un enfoque integral y multidisciplinar que permita abordar la complicada tarea de crear familias, comunidades y Estados libres de violencia de género no sólo es una necesidad, sino una posibilidad real. La igualdad, la colaboración entre mujeres y hombres y respeto de la dignidad humana deben permear todos los estadios del proceso de socialización”.
Es un compromiso ético y moral de los poderes públicos prestar una atención integral y suficiente a las mujeres víctimas de violencia de género, pero también desarrollar campañas de prevención y concienciación, sobre todo dirigidas a la población más joven. Es preciso incidir en la importancia de potenciar las alianzas entre mujeres y hombres defensores de la igualdad, para que todas y todos podamos disfrutar en plenitud de los ámbitos públicos y privados, para lo cual requerimos de una sociedad más igualitaria, mediante el empoderamiento de las mujeres y el desarrollo de nuevos modelos de masculinadad. Por último, desde el Gobierno de Castilla-La Mancha manifestamos nuestro deseo de que la violencia de género sea objeto de un gran pacto de Estado y también renovamos con ello nuestro compromiso con la Declaración y Plataforma de Acción de Beiijing.