Montando el Belén

28/11/2015 - 23:00 Antonio Yagüe

Algunos ayuntamientos, bajo influjo podemita y coaliciones sin sustancia, han aparcado los belenes en el desván y vetarán recitales de villancicos y actividades relacionadas con la Navidad cristiana. La alcaldesa de Madrid ha argumentado su negativa a poner el nacimiento en el Palacio de Cibeles en que no todos los madrileños son católicos. “Y puso la bandera arcoiris-gay porque todos somos invertidos”?, se interrogaba con sorna uno de ellos. Para su desgracia, algunos ediles de la moda laicista anti-belenista pueden pasar a la historia precisamente por lo que detestan: ser adictos a montar el belén, expresión popular que expresa situación de desbarajuste y jaleo, observado en este desprecio absurdo a tradición e Historia. Otros mandamases de ciudades como Zaragoza y Cádiz se han prodigado en intenciones similares con un agnosticismo mal entendido. Sobre todo cuando los belenes, tradición traída por Carlos III de Nápoles, están dando cabida a adelantos técnicos, costumbres, labores cotidianas y parajes de la zona. Utilizando como pretexto Belén de Judea y el nacimiento de Jesús, procuran ser reflejo de la sociedad y trasmitir mensajes cristianos como el amor y la solidaridad, siempre actuales. Y que participe quien quiera. El origen de los belenes se sitúa en plena Edad Media. Se cree que fue San Francisco de Asís el iniciador de la representación del nacimiento en 1210.
A partir del siglo XVIII serían escultores como el murciano Salzillo, los catalanes Vallmitjana y Amedeu o los valencianos Bonet y José Ginés los que crearían imágenes que servirían como modelo para otras representaciones escultóricas. En la pintura también hay magníficos belenes, obras de Zurbarán. Goya, El Greco y Velázquez ¿Qué hacemos con ellas? ¿Las quemamos y sustituimos por banderitas de fiestas gay? Guadalajara, de momento, es ejemplar en esta tradición.
La Diputación promociona y edita una guía con los mejores y más singulares. Como el del Centro de San José, que reproduce la provincia en miniatura, con sus accidentes geográficos como los castillos y la muralla molineses. O el de Checa y el movido de la administración de lotería de Molina. Todos recordamos la espectacularidad y riqueza de detalles del organizado en la Iglesia de San Gil por el padre Jesús Díaz. Seguramente este año será más pequeño, pero al margen de campañas y de descreídos zopencos.