Ojos apretaos

28/11/2015 - 23:00 Javier del Castillo

El veterano actor Juan Margallo – creador en los años setenta del recordado Grupo Tábano y de la sala El Gayo Vallecano, junto a la que hoy es su mujer Petra Martínez – me contó una tarde en el patio de butacas del Teatro Arenal una anécdota que me hizo bastante gracia.
Resulta que habían llevado a su nieta Marina a ver “El señor Ibrahim y las flores del Corán”, sin darle mayor importancia a un detalle: el personaje protagonista que Juan interpretaba fallece al final de la obra. Acabada la representación, la niña le abrazó y le contó su pequeño secreto: “abuelo, me di cuenta de que no te habías muerto porque tenías los ojos apretaos; por eso supe que era mentira”.
Me he acordado de los “ojos apretaos” del abuelo y de la inocencia de la niña, ya no tan niña, en esta fría mañana de otoño después de echar un vistazo a las portadas de los periódicos. Derribo de un caza ruso en Turquía; Túnez en estado de emergencia tras el último atentado yihadista; Bruselas intenta volver a la normalidad, después de unos días sin colegios, metro, teatros y centros comerciales; Francia sigue pidiendo ayuda… En nuestro país, bochornosas estadísticas sobre muertes de mujeres por malos tratos…
No me digan que no es para apretar los ojos y pensar que en este teatro donde vivimos los actores mueren de verdad, con escenas de pánico y de terror que superan a las que pudiera imaginarse el dramaturgo más pesimista.
Sin embargo, cada mañana sale el sol y la gente compra el pan, lleva a los niños al colegio o se toma una caña con los amigos. Es duro de encajar, pero hay que vencer al miedo. De lo contrario, habremos dado la batalla por perdida.El alcalde de Bruselas decretó el estado de sitio hace unos días - ¿con los ojos apretaos? -, en lugar de haber tomado antes medidas preventivas en los barrios habitados por células yihadistas.
La entereza de Nueva York tras el 11-S o la vuelta a los trenes en Madrid después del 11-M son la mejor respuesta al ataque indiscriminado del terrorismo.
Aquí, querida Marina, nuestros abuelos saben muy bien lo que es una guerra. Quizá por eso no hay que asustarse cuando los veamos con los ojos apretados. Es posible que lo hagan porque no quieren ver de nuevo los fantasmas del pasado. Los asesinos siempre están al acecho.